Cartas al director

Ópera Prima de Bibiana Candia

“El mejor camino para llegar a la verdad es a través de la ficción” (Bibiana Candia)

La espera valió la pena. Había publicado, por gentileza de La Región, un texto propio sobre la esclavitud que patrocinara un hidalgo ourensano Urbano Feijoo de Sotomayor. Me motivaban aquellas palabras la noticia de que en pocos días saldría al mercado la obra “Azucre” de Bibiana Candia. La primera novela de la autora inspirada en aquel episodio esclavista.

Llegó a mis manos días antes de la anunciada puesta a la venta. Es esencialmente una novela. Una novela que pone en boca de sus personajes los sueños de unos jóvenes de hacer las Américas. Sueños que se verán frustrados a los pocos días de su llegada a la isla antillana. Ignoraban que aquella horrible travesía por las aguas atlánticas fuese una premonición de las vicisitudes, que habrían de padecer ya en tierra firme. Vicisitudes que irían desde la privación de libertad de movimientos, el mal trato, torturas, cuando no la muerte de alguno deslomado a latigazos o la inanición.

La novela cumple con la reflexión del gran novelista Umberto Eco: “La tarea de una novela es enseñar deleitando, y lo que enseña es a reconocer las insidias del mundo”. “Azucre” deleita enseñándose a unos personajes llenos de vida. Y, fundamentalmente, nos enseña a qué nivel es capaz el hombre codicioso de acudir a la insidia, al engaño para enriquecerse.

Llama mucho la atención el estilo, la forma en que la autora va desgranando las vivencias de cada uno de sus personajes. Lo hace en plana única de cada página. Favorece así la lectura, y nos da pie a que reflexionemos sobre la personalidad del personaje. Es leer su vida en profundidad. “Escribir es la manera más profunda de leer la vida”, afirmaba Francisco Umbral.

Orestes, Juan “El Rañeta”, Amador “El tísico”, José “El comido”, y demás jóvenes de aquella leva, son la imagen de personajes que nos retrotraen a aquellas fotos en sepia de muchos jóvenes, que atesoraban muchas madres, tras la marcha de un hijo, que desertando de la miseria del terruño, emprendería la aventura americana, para regresar un día favorecido por la fortuna. Una fortuna que a muchos les resultaría esquiva, como les acaecería a los personajes de “Azucre”. Cuba enterró muchos sueños, algunos teñidos de sangre.

Aunque pueda que, al final, la obra nos infunda horror, si el hombre es el lobo del hombre, la lectura de la obra atrapa por el estilo narrativo de la autora. Coincido con la opinión del prolífico escritor ourensano Juan Tallón: “Azucre’ es un viaje al horror, y tan bien contado que no quieres abandonarlo”.