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“En punto a desinterés, amistad y abnegación a la República, Casares no tiene semejanza”
(Manuel Azaña, “Diarios, 1932-1933. Los diarios robados”, Ed. Critica-Grijalbo, 1997).
Habiéndose inaugurada la exposición “Esther Casares Quiroga. Anacos de una vida tronzada 1909-1969” en A Coruña, en la Casa-Museo Casares Quiroga, Rúa Panaderas, 12, en el casco viejo herculino, me siento atraído por la figura histórica de su padre Santiago Casares Quiroga. Atracción manifiesta cuando en todos los años respiro el aire del abril republicano.
Santiago Casares Quiroga fue ante todo, y sobre todo, un ferviente republicano. Como todo un político ha sido objeto de la crítica en aquel periodo republicano y en la historia posterior. Ocupando distintos cargos ministeriales en los momentos más convulsos de la II República llegaría a presidir el gobierno, bajo la Jefatura de Estado de Manuel Azaña, en el doloroso trance del Golpe Militar del 18 de julio-1936, que arrojaría al país a una guerra sangrienta.
Acercarse al personaje real no me es tarea fácil. Pero es necesario, si fue blanco de duras críticas durante el efímero período republicano, en la posguerra franquista la crítica dio paso al vilipendio, a la incautación de todos sus bienes, casa y su formidable biblioteca, estimada en unos 20.000 volúmenes, a la represión de su mujer e hija mayor Esther en A Coruña, ya exiliado el político en Francia e Inglaterra. El 20-09-1937 el entonces gobernador civil de A Coruña, José María de Arellano, eleva una propuesta macabra al presidente de la Audiencia Territorial de Galicia: “Considerando indigno de figurar en el registro oficial de nacimientos, instituido para seres humanos y no para alimañas, el nombre repugnante de Casares Quiroga se den las oportunas órdenes para que haga desaparecer, con el objeto de que las generaciones futuras no encuentren más vestigio suyo que su ficha antropométrica de forajido”. No lo consiguió el sí forajido faccioso gobernador (“Santiago Casares Quiroga. La forja de un líder”, E.Grandío/ J. Rodero, Ed. Eneida, 2011).
“Casares Quiroga representa un modo de entender la política desde una posición burguesa, librepensadora, culta y laica. Honesto en lo económico, tuberculoso en lo físico, ateo en sus ideas morales, refinado en sus modales y dandi en su atuendo personal, tenía un historial republicano, tanto propio como familiar, difícilmente comparable en Galicia” (Andrés Páramo Casas, “Casares Quiroga o el compromiso republicano”, Cuadernos Republicanos, Nº 58, sept-oct 2005). Habiendo transcurrido en febrero setenta y cinco años de su fallecimiento, todo gallego que se precie de republicano tiene la oportunidad de reivindicar la memoria democrática en la figura de Santiago Casares Quiroga, santo y seña del republicanismo.
Abelardo Lorenzo (Ourense)
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