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Por cada esquina que miremos a los madereros haciendo su labor de corta de madera en nuestros bosques, generalmente bosques de pino, no dejamos de asombrarnos del desastre que dejan a su paso.
Se supone que actúan bajo las normas de medioambiente que de un tiempo a esta parte parece ser les obligan a dejar las fincas libres de ramas. Hasta ahí bien, si no fuera por el procedimiento usado para no dejar rastro que pudiera ocasionarles una sanción económica.
De lo que fue históricamente una corta selectiva seleccionando las unidades en su momento de máximo rendimiento dejando en la reserva las unidades en crecimiento, esto además suponía dejar la llamada caja de ahorros con disponibilidad a medio y corto plazo, con la nueva norma todo eso se va al traste, los profesionales cortan lo que se dice a barrer, o sea todo lo que se tenga de pie se lo llevan por delante.
El desastre no ha hecho más que empezar. Una vez retirados los troncos se arman de las potentes desbrozadoras que dejan un manto de astillas que dejan todo ser vegetal en mínimos para poder ser útil en la medida que se presume debe de estar el monte. Desoladoras vistas
Solo es necesario esperar que la naturaleza comience a repoblar para ver que los nuevos colonos son la superpoblación de los propios pinos, crecidos en una densidad que imposibilita su óptimo engorde, más bien se parecerán a unas simples cañas de pescar junto con otras especies invasoras de cero rendimiento; “xestas y carballizos” mandarán y camparán en un terreno echado a perder para siempre, y todo por una idea peregrina de unos gestores del medio con una visión perturbada de la realidad de nuestro bosque. A las empresas madereras no les interesa el corte selectivo y con las nuevas normas se juntaron el hambre y las ganas de comer, los resultados ya se están viendo y son deprimentes.
A quienes dictaron tales normas hay que invitarles a comunicarse con los paisanos que llevan toda la vida sacando beneficio continuo (los resultados están ahí) para recapacitar y corregir en la medida necesaria para mantener el óptimo rendimiento de los bosques.
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