La Región
CARTAS AL DIRECTOR
Diálogo Marxismo-Religión
Aunque sea difícil separar lo serio de lo ridículo y sin abandonar ni lo uno ni lo otro, he de decir que uno de mis más vehementes deseos que desde ya muy joven he tenido, lo he tirado por la borda definitivamente.
Cuánto he suspirado por llegar a alcanzar tanto la jubilación como la vejez para dotarme de un bastón con empuñadura de plata, con las mismas ganas e ilusiones de antojo de embarazada. Cada vez que veía una persona mayor, fuese hombre o mujer, caminar cadenciosamente con su bastón sentía una cochina envidia. Pensaba que era como ponerle ritmo y música a los pasos y andares. Me sentía a gusto y contento. Me marcaba el ritmo y la cadencia e igual le daba una voltereta a lo Charlot de cuando en vez.
Pero debió de ser por el uso del paraguas en esta tierra tan necesario, que le cogí manía, más que nada porque lo dejaba olvidado en algún que otro bar, pues al salir ya había escampado y no lo necesitaba. ¡Cuántas veces he vuelto sobre mis pasos para recuperarlo! Y cuántas otras fue tarea imposible; ya se había marchado. No es el primer tabernero que tiene que llamarle la atención a un cliente que al marchar se coge uno para llevar el que no había traído. Las papeleras de este mi pueblo en días de viento y lluvia en cada esquina muestran uno o dos made in China. Igual que la cochina envidia que durante unos meses tuvimos todo el curso completo de 2º-B por las muletas de Manolito, Sol planetario escolar en que se rifaba a todos como amigos suyos por prestárnoslas durante unos momentos. ¡Cuánto gozábamos y deseábamos tener como él la pierna enyesada!
Ahora mismo, aparte de estorbarme sobremanera, me molesta llevarlo en la mano pues me joroba e irrita el andar; en una palabra; me embarullo con él y más de una vez lo cuelgo a la espalda, lo que causa mucha atención y me molesta dicha curiosidad.
En la Casa del Pueblo o de todos como aún ciertos nostálgicos agraristas suelen llamarla, suelen quedar paraguas olvidados en su entrada que la alguacil recoge al llegar a cierto número los allí amontonados, y desde siempre, y cada vez que algún funcionario tiene que salir a la calle y no ha traído el suyo, le pide uno. Ella siempre le desliza la misma letanía al tiempo que le elige el más conveniente: si en la calle se te acerca cualquier persona y te dice que ese es su paraguas, no discutas nada, dáselo sin más.
Contenido patrocinado
También te puede interesar
La Región
CARTAS AL DIRECTOR
Diálogo Marxismo-Religión
La Región
CARTAS AL DIRECTOR
Tradición en tiempos modernos
La Región
CARTAS AL DIRECTOR
Vilanova dos Infantes, ese circo
La Región
CARTAS AL DIRECTOR
Educación climática
Lo último
ESQUELAS DE OURENSE
Las esquelas de este sábado, 13 de diciembre, en Ourense
PODCAST Y VÍDEO
EL PRIMER CAFÉ | Sábado, 13 de diciembre
SIN SANCIÓN PARA LA TRABAJADORA
El juez anula la sanción que impuso el Colexio da Avogacía de Ourense a una empleada