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Es conocido que vivir en las calles trae con demasiada frecuencias algunas interacciones inevitables con las fuerzas del orden. De manera que las autoridades se valen con frecuencia de estos mecanismos para invisibilizar a este grupo de personas. Una vía conocida es la de recurrir a determinadas ordenanzas o políticas con las que se penalizan distintas situaciones y actividades ligadas a la vida en la calle contra quienes se han visto obligados a vivir sin hogar.
La prensa no ha dejado ocasionalmente de hacerse eco de casos de limpieza social sobre personas en situación de calle. Esta palabra nos refiere prácticas tendentes a retirar del espacio público a quienes viven en él.
Las formas de hacerlo van desde hostigarlos para que se muevan a un lugar en el que no estorben, hasta el traslado forzoso. Pero también a impedir actividades típicas de la subsistencia tales como limpiar parabrisas o vender productos en la calle. Esta práctica responde a una cultura de invisibilidad contra quien no lleva un estilo de vida ajustado a la norma con la distancia y el prejuicio de por medio.
El combate a la limpieza social comienza entonces por crear una mayor conciencia social recordando -por qué no- el sentido de una democracia en la que nadie debe ser descartado. El gran G. K. Chesterton -escritor inglés- lo expresaba así: “Si la civilización realmente no puede aguantar la democracia, peor para la civilización, no para la democracia”.
Debemos alertar por ello sobre los peligros de sostener leyes y políticas por las que se criminaliza una forma de subsistencia que resulta desagradable a quienes evitan profundizar en el el problema para ayudar a resolverlo.
Conocido es el origen de estos males a lo largo de la historia que se han expresado por otra parte de las más diversas maneras, desde el maltrato físico o la aporofobia al insulto y el odio por ser pobre.
Hostigar a la gente sin hogar no del todo desconocido junto con la falta de acceso a una vivienda. O a unas mejores redes de apoyo para salir de su situación; de manera que se descalifica a quien habita el espacio público sin importar demasiado qué le llevó ahí. Por lo que se promueven medidas que no evitan que haya personas en la calle pero que intentan evitar que permanezca en ella.
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