La Región
Tiranías
En San Francisco yace, varias semanas ha, quien había sido la mente más creativa y comunicadora de la que uno haya tenido contacto y memoria. Enterramos a Antonio González Borrajo la mañana de una incipiente primavera, con una breve y merecida oración fúnebre.
Tony, que por este sobrenombre se le conocía en el barrio da Carballeira cuando joven y exultante maestro cursando en la escuela Normal del Magisterio, allá donde la antigua cárcel, que a la sazón dirigía Vicente Risco, quien por razones de estrecha amistad con mi padre le señaló que brillante y magnífico comunicador. Y mi padre, por vecino, además, no se lo pensaría dos veces para llevarlo a nuestra casa donde una casi decena de hijos, alguno en la frisura de la adolescencia, recibirían clases particulares en una escuela familiar al modo patriarcal donde, al parecer, importaba más el saber que los títulos, y así fuimos pasando por todas las disciplinas que magistralmente impartía, ya fueran matemáticas, física y química, biología, geografía… porque la historia y las lenguas clásicas estaban impartidas por mi padre. Tony comunicaba de tal modo que, a veces, nos olvidábamos de pedir vacaciones llegadas las Navidades o la Semana Santa, nunca por otras festividades, incluidos los santos paternos o maternos. Era un dibujante de talento que solo precisaba ver un instante para plasmar. Como por entonces, escaseando los libros sobre las materias de Ciencias Naturales, aprendimos a acompañar los textos, que nos dictaba, con dibujos que él hacía en la pizarra y nosotros pasábamos al cuaderno, de mamíferos, aves o reptiles, lo que desde el punto de vista del recordatorio ejercía lo que podría llamarse la enseñanza total. De tal modo quedaban impresionados en nuestra memoria que aun hoy recordamos muchos de aquellos pasajes, que serían imborrables.
Varios años y un interregno de dos para las milicias universitarias de Tony, que cual caballero sobre grupa de caballo blanco, acudía ya como alférez provisional de milicias al campo de tiro de Toén. Luego, cumplido con el servicio militar, vendría de nuevo a darnos sus inolvidables aulas.
A él y a nuestro padre debemos la curiosidad por el saber porque despertaba en nuestros espíritus infantiles y adolescentes un ansia incontenida. Sus clases eran como esas películas por series que acaban cada episodio con la intriga de conocer las siguientes.
Tony, mientras tantom nos llevaba en Navidades, carretilla en mano, a coger musgo por esos caminos de Barbadás, tras Valenzá. Con nosotros de peones hacía unos belenes en una casa que fue pajar, gimnasio y almacén de caseras frutas para madurar. Una superficie de 60 metros cuadradados no llegaba casi para los ingenios hidráulicos o eléctricos que montaba Tony en ese particular belé o nacimiento , como le llamábamos. La mayor de sus cuatro hijas continuaría con ese arte belenista.
A veces nos llevaba a los cercanos montes sobre Vilaescusa para lanzar los aviones o aeromodelos desde la cima del Coto, que aterrizaban donde hoy hipermercados, en una explanada que presentaba algún claro entre pinos, llamada o Campo do Cura. Un precursor de las escuelas de aeromodelismo en la ciudad. Otras veces construía una presas en su ribereño río de Pontón, o una barca de sus bambúes, apta para tan estrecho cauce.
Con unas revistas de Mecánica Popular recibidas de Estados Unidos en inglés, siguiendo sus pasos, podría hacer cualquier cosa. Más que un manitas era un constructor ingenioso que ponía su personal sello, incluso un maquetista de primerísimo nivel o un jardinero creativo recreando en su finca un Versalles en miniatura o abancalando su huerta, al modo de los colgantes jardines de Babilonia para suplir la fuerte caída hacia el río.
Un horticultor sapientísimo de los ciclos, los injertos y el gusto por ornar la naturaleza, de la que fue el primer protector. Fue a modo de un avanzado ecologista, que conocimos cuando aún esta palabra nos era ajena.
De él podría decirse sin exageración que fue un Leonardo da Vinci de su era. Poseía ese espíritu de frontera, creativo, propio del “self made man” de su natal Estados Unidos donde sus padres emigraron una vez para al retorno establecerse en la vecindad de aquel barrio de A Carballeira, que era el que caía de Cabeza de Vaca hacia el sur.
Mucho podría decirse de Tony que no cabría en las páginas de un periódico, pero… qué digo, de un libro o un gran tomo.
Se nos fue un genio con enormes virtudes humanas y una amplia familia dejando un referente en su entorno. Un singular vecino que deja un vacío en su entorno.
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