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En la sociedad moderna, vivimos sometidos a un tiempo artificial, marcado por horarios rígidos, agendas repletas y pantallas que nunca se apagan. En contraste, la cronobiología nos recuerda que el cuerpo humano tiene su propio ritmo, un reloj interno afinado a la luz natural y a los ciclos biológicos que han evolucionado durante milenios. Sin embargo, hoy en día, el uso masivo de dispositivos electrónicos antes de dormir está alterando profundamente este equilibrio.
La exposición a la luz azul de móviles y pantallas inhibe la producción de melatonina, la hormona responsable de regular el sueño. Como consecuencia, nos cuesta más conciliar el descanso, este se vuelve menos reparador y, a largo plazo, se comprometen funciones esenciales como la consolidación de la memoria y la salud mental. La privación crónica de sueño ha sido vinculada a trastornos como la ansiedad, la depresión y un deterioro cognitivo acelerado.
Si bien el avance tecnológico ha traído innumerables beneficios, es fundamental que tomemos conciencia de sus efectos adversos sobre nuestro reloj biológico. No se trata de rechazar el progreso, sino de aprender a usarlo con responsabilidad. Regular el uso de pantallas antes de dormir, fomentar hábitos que respeten nuestros ritmos naturales y educar sobre la importancia del sueño son pasos esenciales para evitar que esta desconexión con nuestro tiempo interno pase factura a nuestra salud y bienestar.
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