Simone Saibene
¡BUONE VISIONI!
Valor sentimental
UNA VIDA DE COLECCIÓN
· Antonio Rivera, 93 años.
· Empresario del comercio textil, aunque ahora jubilado.
· La colección contiene 114 piezas.
· Imágenes e impresos en papel.
· La pieza más cara le costó 100 euros.
· El coleccionista no tiene especial devoción por el santo.
Don Julio Rivera (93 años en el momento de hacer esta entrevista) y empresario muy arraigado en la ciudad, vive en una casa muy grande construida en 1910, según figura en la fachada, de techos altos, llena de muebles y con las paredes totalmente cubiertas por cuadros, libros (la colección completa de los libros “Crisolin”), jarras, belenes exóticos y otros objetos de colección.
En un dormitorio, más bien pequeño, amontonados sobre un mueble y compartiendo espacio con libros de arte, están la mayoría de los 114 San Antonios que forman la colección a la que hoy dedicamos esta serie.
Los hay antiguos de madera (los más valiosos), de barro, de cerámica, de lata, en papel, de diversos tamaños, el más pequeño no llega a la medida del dedo pulgar. Su procedencia es variada aunque abundan los portugueses e italianos, países con mucha devoción al Santo.
Los hay antiguos de madera, barro, cerámica, de lata, en papel y en diversos tamaños, el más pequeño no llega a la medida de un pulgar
Casi todos son regalos de familiares y amigos y el mas caro no sobrepaso los 100 euros. Uno de los mejores, obra de la famosa ceramista portuguesa, Rosa Ramallo, se le rompió y otro se lo “robó” una amiga que no se lo devolvió hasta que consiguió el novio que hacia años le estaba pidiendo al Santo.
La colección comenzó el día de la boda de Julio y Marité cuando el padre de la novia le regaló un San Antonio, sin que sepan muy bien porqué. La contradicción es que don Julio no tiene especial devoción por este santo y ni siquiera se sabe de memoria el famoso responso mas allá del: “Si buscas milagros mira“… y recuerda ( el y otros muchos orensanos), con cierto repelús, la mano podrida que durante años estuvo colgada dentro de una urna en una pared de la iglesia de los Franciscános. Pertenecía, según la leyenda, a una mujer que no respeto la festividad del santo y se fue a lavar al río donde perdió la dichosa mano. Cosas de San Antonio.
Ante la pregunta de cuál será el futuro de su colección, por la que don Julio no muestra una devoción especial, espera que alguno de sus nueve hijos se haga cargo del santo en sus múltiples versiones.
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