PREMIO FORQUÉ
José Manuel Lorenzo, más osado que valiente
REPORTAJE
El patrimonio monumental es uno de los principales activos del turismo cultural. Algunos de sus elementos conservan su uso originario, como sucede con las catedrales. En otros, ese uso ha ido mudando con el paso de los siglos, han quedado abandonados a merced del deterioro con por el paso del tiempo o han sido objeto de reciclaje, convirtiendo las piedras de sus muros en materia prima para construir nuevas edificaciones. En este reportaje vamos a hacer un recorrido por algunos de los monumentos y edificios históricos que han sobrevivido, pero con un uso muy diferente al que había tenido en origen.
Galicia llegó a tener más de un centenar de castillos de los que resisten en pie, en mejor o peor estado alrededor de cincuenta. Ninguno de ellos mantiene el uso para el cual fue construido, en muchos casos como fortaleza militar, o tras su reforma como residencia de un noble. Quienes deseen pasar una noche en un castillo pueden elegir entre las seis opciones existentes en Galicia.
El pionero en darle nuevo uso a un castillo fue un médico cubano hijo de españoles, casado en segundas nupcias con María Vinyals, marquesa de Ayerbe, a la sazón, propietaria en aquel momento del Castillo de Soutomaior. Lluria, su esposo, levanta un Hotel Sanatorio en los jardines del castillo, al estilo de los que había en Suiza y Baviera. Aquel intento pionero de 1913 no tuvo mucho éxito y cuatro años más tarde cerraba sus puertas y los marqueses perdían el castillo. No por las ideas avanzadas de una feminista y un médico progresista, como cuenta la leyenda, sino por las deudas. La Diputación de Pontevedra adquiere el castillo y lo rehabilita junto con el sanatorio que convierte en un coqueto hotel en la década de 1980. Dos décadas antes, otro castillo pontevedrés, el de Monterreal en Baiona se convertía en Parador. Paradores posee la gestión de cuatro de los seis castillos que se han reconvertido en alojamiento turístico de Galicia: además del castillo de Baiona, la Torre de los Andrade en Vilalba, el Castillo de Monforte Lemos y el castillo de Monterrei. La oferta hotelera tras los muros de castillos gallegos se completa con el de Maceda, con seis confortables habitaciones y un restaurante consagrado a la mejor cocina tradicional de la Galicia interior. El viajero que se acerque a ellos se encontrará con alguna de las páginas más sobresalientes de nuestra historia. Monterrei acogió la primera imprenta de Galicia. Monterreal, recibió la primera noticia del descubrimiento de América. En Maceda vivió siendo niño Alfonso X el Sabio y en él nació uno de los grandes exploradores del siglo XV, Xoán de Novoa, más conocido como João da Nova, puesto que navegó al servicio del rey de Portugal y descubrió entre otras, las islas de la Ascensión y la de Santa Elena.
Otros castillos han cambiado su uso a otro de carácter cultural, como el de Castro Caldelas, gestionado por el Concello de ese municipio, aunque la titularidad sigue siendo de la casa de Alba. En esa misma línea encontraremos en la provincia de Pontevedra el castillo de Villasobroso (Mondariz), en la de Lugo el de Pambre (Palas de Rei) y en la de A Coruña los castillos de San Antón (A Coruña), San Felipe (Ferrol), Santa Cruz (Oleiros) y Vimianzo.
Las desamortizaciones del siglo XIX cambiaron la propiedad de muchos monasterios gallegos. La mayoría de ellos estaban abandonados o sus tierras baldías. La Ribeira Sacra, donde se concentra el mayor número de monasterios de toda Galicia es un buen ejemplo de ello. Tan solo uno sigue todavía manteniendo su carácter monástico, el de Santa María de Ferreira de Pantón. El uso hotelero ha servido para recuperar algunos de los monasterios gallegos, como sucede con el de Santo Estevo, en Nogueira de Ramuín. Su nuevo uso recuperó de las ruinas y el abandono uno de los más grandiosos monasterios de Galicia y uno de los más influyentes de la Ribeira Sacra.
El uso turístico se ha extendido por otros monasterios en el pasado en estado ruinoso, como es el caso de Santa María de Aciveiro, un cenobio románico puro salvado de la ruina al transformar parte de sus celdas en cómodas habitaciones de un hotel de tres estrellas. La próxima incorporación llegará desde Castro Caldelas, donde la arquitecta Teresa Taboas lidera el proyecto de rehabilitación de un monasterio que se encontraba en la lista roja con la que la asociación Hispania Nostra enumera los elementos del patrimonio monumental en riesgo de desaparición por su alto estado de ruina. San Paio de Abeleda será un pequeño hotel de cinco estrellas con once habitaciones que recuperará la belleza de uno de los monasterios más emblemáticos de la Ribeira Sacra tras más de medio siglo sufriendo una constante degradación.
Pero no todos los monasterios exclaustrados se pasan al ámbito turístico. El ejemplo más emblemático es el de San Salvador de Celanova, parte del cual se ha convertido en Casa Consistorial y otra en instituto de enseñanza secundaria, el IES Celso Emilio Ferreiro. La multipropiedad fue una manera de librar muchos grandes monasterios de la ruina porque permitieron compartir su uso con diferentes actividades. Celanova no es el único caso. También Santa María de Montederramo fue objeto de un fraccionamiento de su propiedad hace poco más de un siglo y albergó varios negocios, viviendas y un colegio de enseñanza primaria que cerró sus aulas hace diez años. El resto de las actividades también fueron apagándose: la panadería, que ocupaba las dependencias de la antigua botica del monasterio, o el restaurante. La declaración de Bien de Interés Cultural (BIC) que posee desde hace más de setenta años no ha servido para mejorar su futuro.
También era BIC la estación del ferrocarril de Vigo, lo que no la libró de su desaparición. Tras décadas amontonadas sus piedras en un solar anexo a la estación de Redondela, y después de un notable expolio, se ha recuperado una de sus fachadas para incorporarla como elemento ornamental a la nueva plaza de la estación de Vialia. La Diputación de Ourense, sin embargo, sí ha logrado librar de la ruina varias estaciones de esta provincia gracias al proyecto Estaciones Vivas del Inorde que dio nuevos usos a algunas de las que ya no prestan servicio en la línea de Zamora, como Santa Cruz, en la parroquia ourensana de Santa Cruz de Arrabaldo, hoy sede del museo Reverter, Baños de Molgas, que se convirtió en el museo Moncho Borrajo y otras de la misma línea como Vilar de Barrio, Vilavella o la de Os Peares en la línea de Monforte que ha sido convertida en el Aula del Tren.
El uso museístico y cultural ha salvado del abandono y la ruina, cuando no de su desaparición a edificios y conjuntos monumentales. Vigo cuenta con dos museos que ejemplifican esa renovación hacia un uso totalmente diferente del que habían tenido en origen. El Museo de Mar de Galicia, en Alcabre, es la tercera actividad que albergan estas instalaciones originariamente construidas como fábrica de conservas y posteriormente adaptadas para uso como matadero municipal que persistió hasta la década de 1980. El segundo es el Museo de Arte Contemporánea (MARCO), cuyo edificio, en la calle del Príncipe, albergó la prisión y el Palacio de Justicia del partido judicial de Vigo. La ría de Vigo llegó a concentrar a mediados del siglo XX más de la mitad de las fábricas conserveras de toda España. La mayoría han desaparecido y otras se encuentran abandonadas. Ese era el estado de la conocida como “Fábrica del Alemán”, en Rande hasta que fue transformada en el Centro de Interpretación de la Batalla de Rande, siguiendo un proyecto del arquitecto Carlos Falagán Mota y convirtiendo su entorno en un espacio recuperado para los vecinos del entorno, además de un atractivo turístico. Además de conserveras, el litoral también ha recuperado para nuevos usos otras instalaciones como los faros. Desde pequeños hoteles a centros de interpretación y museos. El faro de Cabo Vilano, en Camariñas es uno de los 28 faros españoles convertido en museo y el de Isla Pancha, en Ribadeo fue el primero de los cuatro faros gallegos habilitados como alojamiento.
Allariz es un buen ejemplo de la reutilización de inmuebles destinados originariamente a otros propósitos. El Museo Galego do Xoguete ocupa los antiguos juzgados de la villa y una de las salas de exposiciones de la colección de juguetes más importante de Galicia fue el escenario en 1853 del juicio más notable del siglo XIX en España en la causa contra Manuel Blanco Romasanta, el lobishome de Allariz.
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