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TRIBUNA
Por mucho que se disfracen de argumentos técnicos, cuando el río suena, intereses territoriales lleva. La última maniobra del Banco Sabadell lo deja meridianamente claro: los catalanes no quieren perder su banco. ¿La solución que barajan para frenar la opa lanzada por el BBVA? Una fusión a tres con Unicaja, de Andalucía, y Abanca, de Galicia. Es decir, si hay que sacrificar la independencia de una entidad financiera, que sea la gallega. Que lo nuestro no se toque, pero lo de Galicia da igual, cuando resulta que Abanca es una entidad estratégica para Galicia, más incluso que el Sabadell para Cataluña.
Y ahora llega la idea brillante: ¿y si salvamos el Sabadell con una fusión a tres y metemos en el lote a Abanca? Total, a los gallegos ya les robaron un banco hace años (Pastor), ¿qué más da uno más? La lógica es cristalina: Cataluña no debe perder poder financiero; Galicia puede perderlo por el bien superior del “equilibrio territorial”.
Este es el resumen de una filtración hecha a medios afines para ir allanando el camino de la opinión pública. “Sabadell explora una fusión con Abanca como alternativa a la opa de BBVA”, titula Expansión. Pero lo que no dice ese titular –ni otros de medios afines al banco de Josep Oliu– es lo que realmente subyace: Cataluña no tolera la pérdida de su músculo financiero, pero no ve problema alguno en que Galicia se quede sin el único banco con decisión propia.
Mientras tanto, en el Gobierno de España, se abre una consulta pública inédita para “tomar el pulso” económico y social. ¿Dónde estaba ese pulso en 2021, cuando se aprobó sin tanto aspaviento la fusión de Caixabank y Bankia, uniendo a la tercera y la cuarta entidad del país? Entonces nadie agitó banderas territoriales ni escribió cartas al presidente del Gobierno. Porque claro, Caixabank (sede en Valencia, corazón en Barcelona) no era percibida como una amenaza para el equilibrio nacional. Todo lo contrario: era la casa.
Lo que estamos viendo hoy es un ejercicio grosero de doble rasero. Lo que fue bueno para Cataluña, no lo es para el resto. La CNMC avaló aquella operación tras una revisión diligente y con condiciones correctoras. No hubo trincheras políticas, ni campañas de desprestigio, ni amenazas veladas sobre la “cohesión social”. Fue una fusión de libro. En cambio, la opa del BBVA ha generado una ofensiva que incluye cartas de patronales como Foment del Treball y Pimec, la Cambra de Comerç, la Fira de Barcelona... hasta el Colegio de Economistas ha sacado pecho. Toda Cataluña, en pie de guerra.
Y ahora llega la idea brillante: ¿y si salvamos el Sabadell con una fusión a tres y metemos en el lote a Abanca? Total, a los gallegos ya les robaron un banco hace años (Pastor), ¿qué más da uno más? La lógica es cristalina: Cataluña no debe perder poder financiero; Galicia puede perderlo por el bien superior del “equilibrio territorial”.
Lo cierto es que el Gobierno de España está ante una prueba de fuego. Si sucumbe a la presión catalana, perderá no solo coherencia institucional, sino también credibilidad ante los mercados. Ya dijo la CNMC que el control de competencia debe guiar estas operaciones, no los lobbies regionales y autonómicos. Y no se puede decir “sí” a una megafusión en 2021 sin pestañear, y ahora, en 2025, empezar a poner condiciones porque el banco objetivo se llama Sabadell y no Bankia.
El nacionalismo económico catalán puede ser legítimo, pero no tiene por qué pagarlo Galicia. Porque si de proteger bancos se trata, los gallegos también tienen uno. Y no necesitan que se lo rescaten a la catalana. Oportuno, por tanto, el comunicado de hoy de Abanca parándole los pies al Sabadell.
Visto lo visto, muy desesperados deben de estar en el Sabadell –y en Cataluña– para andar enredando con tan malas artes.
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