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A veces no todo es lo que parece. Tras la lectura de este titular parece que estamos ante otro aburrido artículo político que nos hablará de aquella frase lanzada en la segunda mitad de los años setenta por Manuel Clavero Arévalo, ministro para Las Regiones entre 1977 y 1979 en el gobierno de Adolfo Suárez, cuando se refería a la creación del estado de las autonomías y donde reconocía textualmente que podría haber comunidades con más competencias que otras, pero “habría café para todos”.
Actualmente en nuestro país consumimos unos 14.000 millones de tazas de café al año, o lo que es lo mismo, los españoles consumimos 4,5 kg. por persona, para ello importamos 306.000 toneladas de café verde procedente en su mayoría de Brasil y Vietnam
Esta frase tan manida, tan sobada y tan utilizada por todos nosotros desde entonces, y especialmente ligada al ámbito político, no deja de ser una frase hecha que desafortunadamente parece estar perdiendo vigencia. Hoy hablaremos de algo tan común como el consumo de café y la espectacular subida de su precio en los últimos doce meses.
Empecemos por el principio. El consumo de café se originó en África y Oriente Medio, posiblemente como estimulante y medicina. La leyenda más popular habla de un pastor etíope que allá por el siglo IX después de Cristo, notó que sus cabras se volvían más enérgicas después de comer los frutos de un arbusto desconocido. De Etiopía pasó a los países árabes, donde fue tostado por primera vez y de ahí al resto del mundo. La llegada del café a la península ibérica vino de mano de los venecianos en el siglo XVII, que introdujeron su consumo y su comercio en Europa. El primer café en España se inauguró en Madrid en 1764, la Fonda de San Sebastián. Los cafés se convirtieron rápidamente en lugares de encuentro y tertulias. Pasado el tiempo el café se popularizó y se integró en las vidas cotidianas de toda la población.
Actualmente en nuestro país consumimos unos 14.000 millones de tazas de café al año, o lo que es lo mismo, los españoles consumimos 4,5 kg. por persona, para ello importamos 306.000 toneladas de café verde procedente en su mayoría de Brasil y Vietnam. Para tener una referencia de lo que supone ese consumo en nuestra cesta de la compra, decir que nuestro consumo de pollo ronda los 12 kg. por habitante y año, y los 18 kg. por habitante y año, en el caso del pescado.
Pero veamos algunos datos en torno al actual coste de la cafeína. Según cifras del IPC publicadas la semana pasada, el café está en el podio de los productos que más se han encarecido en el último año. Tenemos que pagar un sobreprecio del 20% con respecto a hace un año. Por delante, solo el chocolate, que ha subido un 25%. En los supermercados desde que se ha iniciado 2025, el café sube entre un 3 y un 4% cada mes. Por favor, que nadie deje de leer este artículo para ir al supermercado a hacer acopio de café para los próximos meses, no creo que sea necesario, pero sin duda si tuviera que elegir entre invertir en bitcoins o comprarme unos kg. de café, como inversión segura elijo indudablemente la segunda opción.
Bromas aparte, ¿a qué se debe el súbito encarecimiento de uno de los “vicios sociales” más instaurado en la cultura hispana? En primer lugar, a un principio fundamental de la economía, la Ley de la Oferta y la Demanda. Concretamente en el caso del café llevamos un último lustro de eventos climáticos extremos en las principales zonas productoras de café del planeta. Brasil y Vietnam, los dos mayores productores mundiales, han sufrido desde sequías a inundaciones que han mermado considerablemente su producción (menor oferta).
Si a esto le sumamos que los asiáticos siguen occidentalizando muchas de sus costumbres, basta con que un pequeño porcentaje de la población de China (próxima a los 1.400 millones de habitantes) se aficione al café, para desestabilizar el mercado mundial (mayor demanda), y para muestra un botón. Los importadores chinos están comprando cosechas enteras en Uganda (país que se encuentra en el top ten de los productores mundiales de cerezas de cafeto). Los jóvenes chinos han ido desplazando al tradicional té en sus hábitos y han hecho que la demanda de café se haya duplicado en su país en la última década.
A estas dos razones vinculadas a la oferta y a la demanda, y que sin duda afectan directamente en la importante subida del precio del café, hay que añadir otro tipo de argumentos meramente especulativos. En los mercados de futuros (son aquellos basados en contratos de compraventa de ciertas materias en una fecha futura, pero pactando precio y cantidades en el presente) hace un año la libra (16 onzas, o lo que es lo mismo, 454 gramos) de café costaba 1,66 dólares y hoy está en los 3,50 dólares. Está claro que cuando los mercados financieros utilizan como refugio bienes de consumo habitual para rentabilizar sus inversiones, automáticamente desestabilizan de manera artificial y alcista sus cotizaciones. Unido a todo lo anterior, también se está dando la situación de que algunos comerciantes de café verde están reteniendo deliberadamente sus stocks, impidiendo que lleguen al mercado para favorecer la creciente y galopante escalada de precios. Estas son algunas de las explicaciones que fundamentan el incremento del precio de la cafeína en los últimos tiempos, aunque existen muchas más.
Pero, ¿cuál es la opinión de los expertos al respecto? Antonio Baravalle, un gurú mundial del café y director ejecutivo de la cuarta empresa tostadora de café del mundo, la italiana Lavazza, afirma que: “cuando veo tres o cuatro libras esterlinas por un expreso en Londres, u ocho dólares por un capuchino en Nueva York, veo el límite”. De hecho, el mercado mundial del café se ha contraído un 3,5% en los últimos dos años. La pregunta es: “¿hasta dónde se puede estirar la goma sin que rompa?”.
El mercado, es decir, nosotros, lo decidiremos, lo que está claro es que quizás en un futuro próximo la frase de “café para todos”, podría hacer referencia a un capricho exclusivo de quienes lo puedan pagar, aunque, en mi opinión, “nunca choveu que non escampara” y creo que en cuanto se diluyan los factores especulativos, es decir, los dineros tengan lugares mejores en los cuales obtener buenas rentabilidades y las cosechas mundiales sean capaces de recuperar sus cifras de antaño, las aguas volverán a su cauce, los cafés a sus tazas, y podremos seguir alimentando nuestras relaciones sociales con la socorrida frase: “¿Nos tomamos un café?”.
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