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Fácil es comprender el pensamiento de los acólitos del sanchismo en relación a culpar al PP de la falta de acuerdo de las pensiones. Sobre todo no queriendo incomodar a los de Juntas, no vaya a ser que se venguen con represalias. Pero a estas horas en las que todos pueden dar por asimilado que el país no se gobierna desde Madrid, sino que se mangonea desde Waterloo, lo difícil es comprender cómo el PP aún no ha dado un golpe sobre la mesa para reivindicar que el responsable del fracaso del decreto fue Sánchez, por cortesía de la extrema derecha supremacista catalana de Junts.
Ni un comentario se escuchó desde las filas de la gaviota sobre la barbaridad que barruntó Puigdemont, en relación a que los catalanes deberían cobrar el doble de pensión que los demás españoles, cosa que nadie entiende porque no consta que hayan contribuido el doble de lo cotizado por los demás.
Que Sánchez se arrodille ante Puigdemont se comprende. A fin de cuentas, tiene la barita mágica para abrir y cerrar la puerta de Moncloa. Pero lo incomprensible es que el PP pase de puntillas delante de Junts, como si esperase que en algún momento le dé la llave de la moción de censura. En el PP ya pueden esperar sentados a que los supremacistas le sacudan de encima a Sánchez. Va a haber legislatura hasta el final, de eso se encargarán Junts porque es lo que les conviene, igual que al PNV. Mientras el inquilino de Moncloa sea Sánchez, después de meterle un buen acojone, le sacarán hasta la peseta perdida en el cajón del sastre. Finiquitar la legislatura es matar a la gallina de los huevos de oro.
El problema del PP es que ya han asimilado el insulto permanente de la izquierda llamándoles facha. Han llegado a creérselo, y ahora ya no hay nada que hacer. Sánchez hace lo que le manda Puchi, y Feijóo lo propio para no contrariar a Pedro, no vaya a ser que digan que los del PP son los responsables de crucificar a Cristo.
El problema del PP es que ya han asimilado el insulto permanente de la izquierda llamándoles facha
Todo un trágala que, es de esperar, cambie si algún día llegan a titulares del Ejecutivo, y es que, entre las múltiples cagadas para no quedar mal con el PSOE, el PP aplaudió la jugada que le hizo Sánchez con el cambio de la Constitución. Atentos que la cosa tiene su salsa. La Carta Magna establece que todos los ciudadanos son iguales ante la ley, con independencia, entre otras cosas, de su sexo. Pues cuando el PP se aprestó a modificar el artículo 49, con la intención de cambiar el término “disminuidos” por “personas con discapacidad”, aún estaban metiendo la pluma en el tintero cuando Sánchez le dio una vuelta de rosca proponiendo el añadido “Se atenderán particularmente las necesidades específicas de las mujeres y los menores con discapacidad”, marginando a los hombres y dando al traste con la igualdad de derechos.
Cuando el PP apoyó al PSOE para modificar la Ley Orgánica de Garantía Integral de la Libertad Sexual, más conocida por la ley del sí es sí, ante la rebaja de condenas y excarcelaciones de agresores sexuales, se le olvidó revisar que la denuncia constituyera prueba, vulnerando el derecho de presunción de inocencia.
Todo esto por agradar al PSOE y evitar el flagelo de ser llamados fascistas. Pero la realidad es muy distinta. Cuando en alguna ocasión, particularmente en las redes sociales, algún activista recrimina a otro diciendo que no entiende cómo un obrero puede votar a la derecha, la respuesta es obvia. Pedro Sánchez procede de una familia acomodada: su madre, abogada y funcionaria de la Seguridad Social, y su padre, economista, fue director del Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música (INAEM), dependiente del Ministerio de Cultura. El actual presidente estudió en el Real Centro Universitario María Cristina de El Escorial y en la Universidad Camilo José Cela, universidades privadas ambas, en las que hay que tener pasta para pagar a tocateja. Vamos, lo que se dice un obrero descendiente de obreros. Alberto Núñez Feijóo estudió Derecho en la universidad pública de Santiago de Compostela. Su padre fue un obrero que trabajó en la construcción de los embalses alrededor de la zona de A Peroxa. ¿De verdad le cuesta a alguien determinar quién es el obrero y quién el burgués? Porque quien no lo entienda no es que tenga pocas luces, es que demuestra sin pudor que lleva toda la vida en modo ahorro de energía.
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