Plácido Blanco Bembibre
HISTORIAS INCREÍBLES
Navidad o la fragilidad de Dios
COSAS QUE CONVIENEN
1 Alinearse con la piedra. E imaginar, cuando el año cambia de dientes, las visiones del chamán, alguien capaz de entrar en los sueños y hablar con el sol y la montaña. Pedirle a la piedra y a la luz en ella que todo regrese como ha regresado siempre. Que sea una invocación sencilla, sin afectación ni estupideces.
2 Rellenar los comederos. Preparar un buen menú de pipas de calabaza, bolas de sebo y alpiste como me enseñó Luis, mi amigo poeta. Agradecer a los pájaros su gran compañía al recordarnos cada mañana el milagro de estar vivos.
3 Vigilar los alevines de árbol. Caminar con atención entre la hojarasca y distinguir los tallitos que emergen. No pisar a la vida futura que ha logrado el milagro de nacer. Recordarles que serán bosque cuando sus madres se conviertan en madera muerta.
4 FBendecir las flores del frío. Las que todavía quedan en los campos de pradera y en el monte bajo. Ellas son la promesa de vida ahora que atravesamos la desnudez de los bosques. La flor de invierno es como la vela en la ermita. Nos recuerda la fuerza en nosotros.
5 Beber de la fuente. Las ninfas prosperan estos días de agua orgullosa, que baja con músculo y gran sabor. Hay que caminar hasta la fuente, escuchar su voz y beber directamente del caño frío. Es la montaña entrando en nosotros.
6 Acariciar las yemas. Los árboles desnudos dejan pasar el sol y muestran al bosque en toda su vulnerabilidad. Es conveniente pasear los caminos de fieras entre las hojas caídas y acariciar las ramas peladas con dulzura. Debajo de cada yema está la primavera.
7 Despedirse de los cárabos. Que mapean con sus voces la oscuridad del ahora mismo. Sentir esa bulla animal en el bosque próximo que hechiza a las musarañas como verdadera autoridad salvaje. Sentir el privilegio de su presencia a este lado de la civilización.
8 Hablarle al suelo. Todo está contenido ahí abajo. La gran energía del mundo se ha ido debajo de nuestros pies. Conviene pisar las fuerzas telúricas y sentir que la gran vida está cogiendo impulso desde la profundidad.
9 Esconderse del quad. Y de toda esa peste que sube al monte en chismes a motor para reventar senderos y silencio con el beneplácito de alcalduchos y desgobiernos. La adrenalina es enemiga de la paz.
10 Cazar al cazador. E l gran susto cuando uno va a maravillarse al monte es toparse con gente armada. Quizá, para el lobby de los enemigos de la vida, la complejidad caliente de las criaturas salvajes es apenas un trofeo en una pared o una foto desenfocada en el Whatsapp. Si los ves, grita: “¡no disparen!”.
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