Aprender a sumar

Publicado: 30 dic 2025 - 03:50

Opinión en La Región
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El análisis del expresidente francés Nicolas Sarkozy sobre el Rassemblement National, recogido en su libro Reflexiones de un Prisionero, fruto de la experiencia amarga de la derrota y la introspección, ofrece una lección que en España haríamos bien en considerar: despreciar y demonizar a una parte del electorado es un error estratégico y un contrasentido político, porque no lo hace desaparecer, lo radicaliza y fortalece. Por el contrario, integrarlo lo modera y lo convierte en corresponsable del éxito o del fracaso.

Nuestro país vive hoy una situación institucional y política anómala. Un gobierno sostenido por una coalición heterogénea ha convertido la polarización, la concesión permanente y el tacticismo en su método de gobierno, debilitando los consensos básicos y erosionando la confianza en las instituciones. Expulsar a Pedro Sánchez del poder y reconstruir el país exige algo más que indignación. Requiere una mayoría social amplia y una arquitectura política capaz de canalizarla.

Esa mayoría existe, pero está fragmentada entre una derecha liberal que reivindica la centralidad institucional, respeto al Estado de derecho, vocación europea y capacidad de gestión. Y una derecha populista que aporta energía, conexión con sectores desatendidos y una crítica frontal a los excesos del progresismo identitario y del intervencionismo ineficaz. Pretender que una anule a la otra es condenarse al repliegue y al fracaso. La alternativa no puede construirse desde la confrontación ni desde el cordón sanitario, sino desde acuerdos claros, verificables y sometidos a control democrático.

No es tiempo de purismos ni de superioridades morales. Es tiempo de sumar para gobernar y de gobernar para unir.

Colaborar no significa diluir identidades ni renunciar a principios. Significa priorizar, por encima de las siglas, las necesidades reales del país para pactar un programa mínimo de reconstrucción nacional: independencia judicial; unidad constitucional frente al secesionismo; rigor fiscal y apoyo a la iniciativa privada; políticas de seguridad y de inmigración eficaces; y una agenda social que proteja a los más vulnerables. Ese espacio común es suficiente para ofrecer estabilidad y esperanza, sin exigir unanimidades imposibles.

No es tiempo de cálculos interesados a corto plazo, sino de altura de miras. No es tiempo de purismos ni de superioridades morales. Es tiempo de sumar para gobernar y de gobernar para unir. Quienes representan una tradición de gobierno, gestión y centralidad institucional deben abandonar la tentación de la cómoda equidistancia. Quienes han sabido canalizar el malestar de amplios sectores sociales deben aceptar, sin ambigüedades, los límites constitucionales y los compromisos europeos. Solo así puede construirse una mayoría madura y responsable. Ambos deben hablar a los españoles como adultos, sin insultos ni promesas mágicas.

La reconstrucción será larga, como ya advertía Sarkozy, pero solo puede pasar por la cooperación sin exclusiones. Cualquier otra opción, la fragmentación, los discursos excluyentes, el veto permanente, conduce a la irrelevancia. No se pueden transformar las diferencias naturales en trincheras ideológicas cuando el objetivo prioritario es abrir una etapa de concordia, prosperidad y ley. El camino está claro: entenderse para servir a España. El desafío, pues, es aprender a sumar.

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