Luis Sotelo
Los rentistas de Sanchezstein
MUJERES
No se sabe bien en qué momento estamos. Las modas se suceden. Siempre ha sido así y la cosa está bien. El dinero se mueve, se crean puestos de trabajo y además, como alguien decía con razón, “renovarse o morir”. Pero claro, hay modas y modas. Existen de todas las clases, depende de los tiempos, de la economía y de volver hacia atrás con acierto, porque ya está todo inventado. Sólo con hurgar y añadir un detalle nuevo, ya está. Pero existen otras modas no tan inocentes, como algunos jarabes que curaban todos los males y en cuya composición llevaban elementos poco recomendables que creaban dependencia, presentes en el siglo XIX y entrado el XX, vendidos legalmente con el nombre famoso del creador. Tales compuestos se administraban incluso a los niños, para curarles e ignorando lo que había en ellos.
Las personas los cuidan, limpian, alimentan, bañan, cambian los pañales, miman, e incluso les dan de mamar. Al parecer es un producto realizado con vinilo o silicona tan real que puede confundirse con el bebé humano.
Cada época tiene sus panaceas. Crecepelos anunciados con resultados tales, que ni el cabello de Lady Godiva. Pulseras de cobre, brebajes de todo tipo, piedras sanadoras, de la buena suerte, bálsamos, elixires, remedios mágicos que curan cualquier enfermedad grave, ungüentos milagrosos… En fin. Siempre y en cualquier tiempo se encuentran estos inventos, viejos y nuevos a la par, que a fin de cuentas son fruto del vivir.
Ahora ha salido la moda panacea de los “bebés reborn”. Muñecos que parecen bebés y que están generando un gran debate social y político en el mundo, ya que se pone en juego la salud mental y la maternidad. Las personas los cuidan, limpian, alimentan, bañan, cambian los pañales, miman, e incluso les dan de mamar. Al parecer es un producto realizado con vinilo o silicona tan real que puede confundirse con el bebé humano. Su venta es masiva y las actividades maternas invaden las redes. Y no sólo se vive el hecho en la intimidad de los hogares, sino que se sacan a pasear a los parques, como a los otros niños de verdad, con quienes compiten y comparten el espacio de juegos. No solo adiós a los perros, que tampoco hacen faltan ya. Tampoco se requiere la tierna, precisa y preciosa, presencia de niños humanos. También se les sustituye. No dan disgustos, no hay que pagarles el colegio, ni el móvil, ni la PlayStation … Aunque seguramente sí, para hacerlo más verídico. Pero esos críos ¿besan a sus “madres”? ¿Su llanto conmueve el alma? ¿Su risa es música mágica? ¿El mundo está tan enfermo? ¿Todos lo estamos?
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