Bocata bajo las aspas

Publicado: 19 feb 2025 - 07:27

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No entiendo como podéis meteros kilometradas en coche para hacer una andaina y no sois capaces de poner un pie en vuestro monte”, reprochó nada más bajarse de la bici de cross un ciclista aparecido donde se ramificaba la pista forestal. Cambió de cara al saber que no era desorientación de urbanita a la caza de emociones, sino la complicada tarea de localizar los marcos para corregir, precisamente, que no se hubiese pisado antes. “Pensé que ibais al banco de Os Picotiños”. En este mirador, como se pudo certificar más tarde, la vista se desmaya ante la duna del monte Branco y la marea culebreando por el meandro para subir y bajar mansa hasta la casa de Pondal, el bardo del himno, a orillas del río Anllóns en Ponteceso.

Con música eólica amenizando el almuerzo se apreciaban otras 50 notas de viento en la partitura del paisaje.

Era parroquiano. Conocía los lindes e intuía el posible reparto de herencias en familias generosas. Señaló el monte con fiabilidad topográfica y antes de subirse a la bici aconsejó “cortar los pinos”, la mayoría varales, y “plantar carballos o castaños, pero de madera, porque las castañas no se llevan con la humedad de este terreno. Igual no te llega con lo que te den por la venta pero en quince años lo agradecerás. Me alegra que quieras plantar”. La charla hizo recordar una esclarecedora reflexión de Rafael Crecente (1964-2015), uno de los mayores expertos en gestión territorial, que explicaba la situación del monte gallego: “No sabemos lo que tenemos, dónde lo tenemos, ni cuánto vale”. Uno menos por localizar.

El vecino destapó la curiosidad, bien merecida, por patear hasta el mirador. La sombra que proyectaba el segundo molino del parque eólico Mouriños (Cabana de Bergantiños) indicaba que el mediodía había quedado bastante atrás. El estómago marcaba bocata. Las aspas comenzaron a girar con un zumbido molesto como las orejas al aire en un penedo de la Costa da Morte. Los pájaros no trinaron hasta el remanso de la montaña. Con música eólica amenizando el almuerzo se apreciaban otras 50 notas de viento en la partitura del paisaje. Desafinadas, según el enfoque, pero pueden retirarse sin los estropicios de un pantano cuando cambie el aire energético y hay pistas para llegar al monte y al banco de la foto casi en coche. “Eólica aquí”, se pediría con un buen concierto con los concellos.

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