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El amenísimo y por demás culto escritor y periodista Manuel Chaves Nogales, que nos dejó en 1944, a los 47 años, a punto de concluir la II Guerra Mundial, exiliado en París, después en Londres, entre sus muchas obras, notables todas ellas, vividas las más, tuvo que dejar Madrid cuando la República hubo de trasladarse a Valencia por la inseguridad de una capital que podía caer en manos de las tropas rebeldes o nacionalistas, y a la vista de que podría ser fusilado por los unos o los otros o sea un fusilable por atenerse a la veracidad de los hechos en una ciudad que ya no ofrecía seguridad con un gobierno rebasado por las facciones revolucionarias, sin un control gubernamental, en poder de milicianos de la retaguardia que cual posesos fusilaban a todo fascista o denunciado que creían quintacolumnista apoyándose en unas palabras del ideólogo del golpe militar, el general Mola, que decía que en Madrid había una numerosa quinta columna. Esta provocación de Mola llevaría a los milicianos a entregarse a una cacería despiadada y ciega.
De estos relatos destacan: Masacre, Masacre donde la aviación nacionalista (nazi y fascista) bombardeaba a la población civil con objeto de desmoralizar a los defensores de Madrid. La Gesta de los Caballistas, en la que un marqués latifundista pone en marcha a su peonada para limpiar(fusilar) a todo considerado contrario al fascismo por esos pueblos andaluces.
En su libro “A Sangre y Fuego, héroes, bestias y mártires de la guerra civil” hay 11 relatos que abarcan el panorama desde ambos bandos enfrentados, el legítimo de la República que era incapaz de meter en cintura a tantas bandas de milicianos descontrolados y revolucionarios, y el bando sublevado contra la legitimidad republicana, que dirigía a sus falangistas para pasear(fusilar) a todo republicano confeso o denunciado. Bajo directrices militares los falangistas con sus listados de civiles vaciaban cárceles y aun monasterios. De estos relatos destacan: Masacre, Masacre donde la aviación nacionalista (nazi y fascista) bombardeaba a la población civil con objeto de desmoralizar a los defensores de Madrid. La Gesta de los Caballistas, en la que un marqués latifundista pone en marcha a su peonada para limpiar(fusilar) a todo considerado contrario al fascismo por esos pueblos andaluces. La Columna de Hierro formada por desertores, criminales, que organizados en más de una centuria de desertores del frente republicano y criminales, siembra el terror en la zona gubernamental de Levante, purgándola, dicen, de enemigos que iban copando por los pueblos o exigiendo a los comités locales que les entregasen a prisioneros encarcelados, considerados fascistas, para pasearlos; luego, afortunadamente, eliminada la columna por la aviación republicana. El Tesoro de Briesca en la que un comisionado del gobierno republicano quiere poner a salvo del pillaje aéreo o terrestre las obras de arte del pueblo, entre las que varios Goya. Los Guerreros Marroquíes, esos bereberes belicosos reclutados por los sublevados que sembraron el terror entre unos milicianos indisciplinados y en desbandada a la mayor acometida. Viva la Muerte donde tres muchachas sindicadas sirvientas de un balneario salvan a un eminente fascista, las encarcelan los sublevados, y al dirigente le faltaron arrestos para oponerse a su fusilamiento. Bigornia, ese hombretón de ideales sociales, morador en una cabaña del arrabal, engendrador de numerosos hijos que deja su oficio de herrero para reparar tanques, pilotar uno, arengar a varios, en otros tantos blindados, volver a su familia en los arrabales madrileños, ser reclamado por los suyos y poner en riesgo otra vez su vida, que sí la perdió luego de numerosas proezas. Consejo Obrero, el más bochornoso episodio, que se repetía hasta el infinito en las fábricas tomadas por los sindicalistas subversivos sin ningún control gubernamental donde solo empleaban a los suyos y excluían a los que consideraban enemigos de la causa y los entregaban a las milicias de Vigilancia que los fusilaban en cualquier tapia. El Refugio, cuando caen las bombas sobre Madrid y como se extinguen las familias sepultadas bajo los escombros.
Chaves Nogales toma estos sucesos relatados fielmente desde su óptica de imparcialidad refiriendo los excesos de uno y otro bando, con una amenidad que hace que te enganches en una segunda lectura para llegar a la rigurosidad de estos relatos auténticos, disfrazados los nombres. Resta algún episodio más de este interesante libro, recomendable para situarse en la perspectiva.
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