La Ciudad de los Muchachos, el circo, una obra en el limbo

Parte de los sobrinos del padre Silva se fueron integrando en el circo de la Ciudad de los Muchachos, aquella que quiso ser réplica de la del sacerdote irlandés Flanagan en Estados Unidos, creada con 90 dólares en 1917, y que desde ese día hizo una inmensa labor de integración de jóvenes desarraigados o huérfanos, cualesquiera fuera su nacionalidad en aquel crisol de razas que fue aquella Ciudad; esta nuestra, la fundada por Jesus Silva, al que conocí siendo aún seminarista y luego recién ordenado que con su guitarra y armónica amenizaba a los enfermos que iba a visitar en ese grupo impulsado por el entonces director de este diario, Ricardo Outeiriño, al que se ofreció para esa labor. Luego aquel singular joven se atrevió con una obra que parecía desproporcionada para sus no muy aparentes fuerzas aunque exhibiese cualidades para el circo que después fundó como complemento para dar salida y obtener ingresos para la obra, que empezó con una ayuda de su madre y un crédito de la entonces Caja de Ahorros Provincial con la materna fianza, creo, de 1.500.000 pts. que para su día cuantioso era. Con él compraron la finca Benposta.

Ourense está en deuda con la figura del padre Silva, que deja una estela para la leyenda

Allí comenzó todo y esto lo recordaba en inopinado encuentro con uno de los sobrinos del padre Silva, José, que con su hermano Manuel, prematuramente fallecido, se habían integrado en el Circo de los Muchachos, como trapecista él y su hermano equilibrista; me recuerda que en una de las giras mundiales del Circo quedaron varados en una ciudad de Europa por falta de recursos al no poder cobrar en alguna de sus actuaciones.

A ambos los encontré, tiempo ha, en un windsurfeo por el embalse de Velle donde, entre la presa y Rivela, habían instalado un trampolín para entrenar sus acrobacias, que luego le serviría a José para ser bicampeón de España de saltos de trampolín con esquíes, donde daba hasta tres mortales, lo que le llevaría a un recorrido de exhibición por las estaciones de la Europa de la nieve. Eran los tiempos en los que había de costearse él sus desplazamientos. Por eso aquello tuvo menos recorrido a pesar de las expectativas creadas.

Entre tanto la Ciudad, con escasas o nulas ayudas oficiales, aunque la Caja de Ahorros le iba aplazando la deuda, congelando los intereses y condonando parte de ella con actuaciones del Circo de los Muchachos para la Obra social de la Caja, iba capeando temporales, acosada no obstante por algunas malas decisiones, conflictos de propiedad por los derechos que algunos se atribuían en una parte del complejo de albergue, escuela, televisión, circo de Benposta… fue languideciendo y esa descomunal lucha contra las adversidades coincidió en los tiempos de un padre Silva si no en decadencia, sí ya de desfallecido espíritu para resistir tales contratiempos. Languidecía y se iba difuminando esta obra social entre varias acusaciones de abusos, incluso, o de tráfico de personas porque acudían y se traían jóvenes de varios países para su integración y desarrollo en los valores de la Ciudad, que de tan independiente tenía hasta su propia moneda, su alcalde, su territorio.

Así fue languideciendo la Ciudad del alto do Cumial donde aún subsiste la gran carpa circense, los edificios, la gasolinera, parte del terreno porque otra se vendió a la Xunta, en un impase al que no se ve remedio mientras José, el sobrino del cura, me dice que el reciente documental no le hace demasiada justicia a su tío, porque contiene ciertas lagunas.

Sea como fuere, la figura del padre Silva es de una proyección excepcional tal que en su día recibió un gran apoyo en una manifestación multitudinaria por las calles de una ciudad que está en deuda con su obra, una obra que no ha tenido continuidad por mor de los tiempos, las disputas, la muerte del fundador… que deja, no obstante, una estela para la leyenda.