El cobre, el “tapado” entre los metales críticos

El cobre es el metal protagonista en los últimos tiempos, porque es el objeto de numerosos robos en distintas instalaciones, desde domicilios particulares, fábricas o, con mucha más repercusión, en líneas eléctricas o catenarias en los ferrocarriles. El motivo es que el cobre ha ido subiendo de precio en los últimos diez años desde unos 4.000 euros/tonelada hasta casi los 10.000 euros/tonelada en el último año. Normalmente el mercado de los metales sufre muchas fluctuaciones, pero el cobre, por distintos motivos, ha tenido una tendencia al alza bastante sostenida. A continuación, se dan algunas claves. El cobre ha tenido un protagonismo histórico en el desarrollo de nuestra civilización (dando nombre a dos “edades”, la calcolítica y la edad del bronce) y es un metal que siempre ha estado en el centro de nuestro desarrollo, fundamentalmente por sus buenas propiedades como conductor eléctrico.

Durante siglos, pese a estar siempre ahí, ha dejado el protagonismo a otros metales como el hierro, el silicio, el aluminio, o más recientemente al titanio, el wolframio o las tierras raras, siempre más asociados a las nuevas tecnologías que el “antiguo” cobre. Pero esa excelente conductividad eléctrica, lo hace fundamental en numerosas industrias, donde a veces ignoramos que se encuentra presente. Por ejemplo, si alguien nos pregunta por las aleaciones fundamentales en un avión, pensaremos rápidamente en el aluminio, el titanio, quizás el acero… pero se desconoce que en un A320 (o Boeing 737) hay casi una tonelada de Cu (en cables eléctricos) y en un A350 (o Boeing 787) casi tres toneladas. Considerando la flota mundial de estos cuatro modelos de avión, tenemos más de 30000 toneladas de cobre volando por el mundo.

Pero si preguntamos sobre ¿cuáles son las aleaciones más importantes en las nuevas energías, las que nos llevan hacia la transición energética?, a muchos sorprendería saber que el cobre es uno de los principales protagonistas en el coche eléctrico (más de 50 kilos de media por coche) y el metal más utilizado en la energía eólica y la solar fotovoltaica. Y esta es posiblemente la primera causa del crecimiento del precio del cobre: el incremento de la energía producida por métodos alternativos al consumo de combustibles fósiles. A esto se le suma que cada vez hay más restricciones a la minería y metalurgia del cobre, en paralelo al incremento en el consumo. Asimismo, el cobre “solo” se recicla un 46%, con una alta dependencia del cobre primario. Y el hecho de que casi la mitad del cobre del mundo se produce en tres países (Chile, Perú y China), lo convierte en estratégico. Y para completar la tormenta perfecta, la guerra de los aranceles junto con un incremento del consumo por parte China, han hecho que el precio alcanzara máximos históricos en el último año. Nunca ha habido miedo por el suministro de cobre, y nunca se ha pensado en un riesgo real de que no existieran reservas mundiales suficientes para cubrir la demanda (hoy muy por encima de los 1000 millones de toneladas). Sobre todo, si tenemos en cuenta de que hasta el año 2020, en toda la historia de la humanidad, se habían consumido del orden de 700 millones de toneladas. Pero el hecho de que el consumo está creciendo de forma casi exponencial por las causas arriba explicadas, se estima que en los próximos quince años nos comeremos otros 700 millones de toneladas, es decir, lo mismo que en toda la historia del hombre.

Este dato (en mi opinión muy preocupante), ha encendido muchas alarmas, y un metal que estaba fuera de las listas de metales críticos, desde el 2024 ya está incluido en la lista de materiales críticos por la Unión Europea. El “viejo” cobre, el metal de los libros de arqueo-metalurgia, ahora resulta que es el listo de la clase, el que todos quieren. Sería gracioso que volviéramos a tener otra era del cobre en plena eclosión de los nanomateriales.