Código de barras

El código de barras es un patrón de líneas y números que almacena información sobre un producto concreto para que la pueda interpretar un ordenador o un sistema informático.

Mediante el código de barras se identifican las mercancías de manera automática, se controlan los inventarios de los productos y se agiliza la gestión de los procesos relacionados con la logística. Cada código es único e irrepetible.

Para leer un código de barras hay que escanearlo con un dispositivo electrónico, que transmite la información a un sistema que la interpreta.

No se sabe muy bien cómo se originó la idea de crear el sistema de código de barras. Una de las teorías dice que fueron dos estudiantes de la Universidad de Drexel (Filadelfia) quienes desarrollaron el proyecto en 1948. Parece ser el propietario de una cadena de supermercados les pidió que buscaran un método para acelerar el pago en sus tiendas.

Otra hipótesis está relacionada con un sistema de colores para identificar los vagones de ferrocarril que desarrolló un estudiante del MIT en la década de 1950.

Lo cierto es que no fue hasta 1966 cuando se retomaron estas ideas, que habían quedado en el olvido. En aquel momento, la Asociación Nacional de Cadenas Alimenticias de EEUU propuso a varias empresas que inventasen un sistema universal de etiquetado y escaneo para agilizar las colas de las tiendas. George Laurer, un empleado de IBM creó el código de barras rectangular que conocemos hoy en día.

La primera vez que se utilizó el escaneo de un código de barras para la compra de un producto fue el 26 de junio de 1974, hace exactamente 50 años.

Fue en un supermercado de Ohio y el producto era un paquete de chicles de la marca Wrigley’s.

Chicle, un poco de historia

La goma original y natural, que permitió el desarrollo de esta industria, proviene de la resina que se extrae del árbol de chicozapote que se encuentra sobre todo en la Península de Yucatán, México.

De ahí que, durante la primera mitad del siglo XX, México suministró los volúmenes requeridos por la industria norteamericana.

De acuerdo con los investigadores Oscar A. Forero y Michael R. Redclift: “En 1942 México exportó a Estados Unidos más chicle que en cualquier otro momento de su historia: casi cuatro millones de kilos”.

Desafortunadamente (ante la elevada demanda) en la segunda mitad del siglo XX, el chicle fue reemplazado por una goma sintética, que se podía producir por encargo y que además, redujo el costo y por lo tanto el precio a los consumidores. En la actualidad, el mercado de la goma de mascar en el mundo se calcula en cerca de 17 mil millones de dólares estadounidenses, estimándose que sólo 3.5% de este total, corresponde a la goma natural o chicle.

¿Qué determinó el consumo masivo de la goma de mascar, más allá de que el masticar es un hábito presente a lo largo de la historia? William Wrigley -el fundador de la empresa que todavía domina la fabricación de goma de mascar- alguna vez dijo: “Cualquiera puede hacer chicle, venderlo es el problema”. A partir de esta visión, desarrollaría una campaña como nunca vista.

En la intersección de Times Square, en Manhattan, mandó a colocar pancartas y letreros eléctricos -gran innovación para la época- y que por supuesto representó un enorme gasto. Asimismo, envió muestras gratuitas a millones de comerciantes y vendedores.