El comienzo de una era nueva

Publicado: 24 ene 2025 - 00:15

El nacimiento de una era, aunque lleve décadas fraguándose, suele partir de un hito claro que lo cambia todo. Este lunes se produjo uno de esos hitos al tomar posesión Donald Trump. El mundo ha entrado en un tiempo de incertidumbre en el que casi nada es esperanzador. Todo lo contrario. La capacidad de proyectar ejemplos que tiene ese país, otrora faro de la Libertad, es inmensa. Cuando ofrecía un ejemplo positivo, muchos lo siguieron. Ahora que Washington parece decidido a encarnar el ejemplo opuesto, por desgracia también atrae seguidores, empezando por la pléyade de sátrapas que van a poder reforzar la represión en sus taifas y la belicosidad imperialista, y continuando con toda la ola neototalitaria aquí, en el mundo desarrollado, que se ve ahora alentada a actuar como quinta columna y desmantelar nuestras instituciones y nuestras libertades.

En los últimos dos meses he estado tres veces en los Estados Unidos y, ante lo que se avecinaba, he hablado con toda la base social posible: camareros, conductores de Uber, personal hotelero, vendedores. Constato con asombro que el estado de shock del mundo entero no se da en la propia sociedad estadounidense. La burbuja de los viejos y nuevos medios (sobre todo los nuevos) mantiene aislada del mundo exterior a gran parte de la sociedad. Los detractores de Trump con los que me he cruzado se fijan sólo en el perjuicio a sus intereses personales, y le critican por cuestiones menores sin ver el cambio de régimen. Y los partidarios, salvo los MAGA más enardecidos, tampoco lo ven como un salvador que vaya a sanar el país, señalando igualmente reformas pedestres que a ellos les beneficiarán, pero ajenas a las grandes cuestiones. Y sin embargo, el ejemplo de lo que Trump haga en casa, más todo lo que haga fuera, marca el inicio de una era nueva y peor, mucho peor. Veamos tres grandes áreas.

En primer lugar, la era que inicia este Trump sin frenos, radicalizado por cuatro años de impotencia, probablemente va a significar un fuerte retroceso en las libertades personales. ¿Las de quiénes? De forma directa las de los grupos humanos que desagradan al nuevo establishment. Para empezar, ya ha tenido la osadía de decidir por decreto (como si eso pudiera hacerse) cuántos géneros hay, contra toda la evidencia científica. Confunde género con sexo y ningunea, no sólo a los trans sino también a las personas intersexuales y asexuales. El populismo es siempre toscamente simplificador y refractario a la ciencia. Para continuar, el lunático Robert Kennedy va a lanzar una cruzada antifármacos y va a fomentar la no vacunación incluso de los niños. El sarampión y las paperas, si no la polio, se lo agradecerán. Y el próximo virus respiratorio tendrá que combatirse con lejía y oraciones. En materia de libertades civiles, y más allá del propio Trump, la ascensión del movimiento MAGA a posiciones de poder es un desastre para las mujeres, para las minorías étnicas (incluidos los indígenas de Alaska, a quienes Trump ya les ha cambiado el nombre ancestral del monte más alto por uno anglosajón) y para las personas LGBT, empezando ya por la T, pero seguramente continuando después con las demás. En cambio, ha indultado a la horda salvaje que allanó el Capitolio en 2021, incluyendo a la cúpula de organizaciones neofascistas como los Proud Boys y los Oath Keepers.

En segundo lugar, la era Trump comienza con redadas masivas de inmigrantes, sin respetar ya ni hospitales, ni escuelas ni iglesias.

Se va a sacar a rastras a infinidad de personas y se las va a llevar por la fuerza a México, aunque ni siquiera sean de ese país. Aparte del obvio conflicto con el vecino meridional, esta barbaridad inhumana atenta contra los tratados ratificados por Washington, cuyo rango jurídico impide que se los salte sin más un presidente. De igual manera, Trump no puede cambiar por sí solo la Constitución, pero entre sus primeros decretos ha abolido la Decimocuarta Enmienda al cargarse ilegalmente, de un plumazo, la nacionalidad por nacimiento. Es motivo más que suficiente para un “impeachment” por autogolpe.

Y por último, lo más importante: la política exterior de Trump produce el ejemplo que todos los tiranos desean: ya no hay Derecho Internacional. La Carta de San Francisco, que lo alumbró al término de la Segunda Guerra Mundial, es papel mojado para este energúmeno.

Aranceles políticos elevadísimos a diestro y siniestro. Amenaza de conquista al que era el país más proamericano de América Latina, Panamá. Exigencia de anexión a Groenlandia. Desprecio a Dinamarca y a toda Europa. Insultos graves a Canadá. Salida de organismos mundiales en lugar de reconducirlos. Proyección, frente a toda norma o convención, de la ley del más fuerte en su más espeluznante crudeza. Rusia, China e Irán, encantados de seguir ese ejemplo.

Sin derechos civiles (en casa), sin derechos humanos (migrantes) y sin Derecho Internacional, ¿qué queda? Queda un mundo orwelliano en el que la comunicación, la información y la opinión de las masas serán las que dicte, brazo en alto, el cerebro alienado de esta era nueva: Elon Musk, el aprendiz de Goebbels.

Contenido patrocinado

stats