La ideología

La ideología en sentido estricto es una patología, una enfermedad espiritual que quien la padece está incapacitado para comprender la real realidad. La ideología, como la historía ha registrado, conduce al fanatismo, al fundamentalismo, al sectarismo, al maniqueismo, al cainismo, a todos esos ismos a los que Ortega y Gasset denominada hemiplejias morales.

Una precisión: cuando me refiero a la ideología, no lo hago, ni muchos menos, en términos despectivos para asumir solamente postulados eminentemente pragmáticos. Todo lo contrario. Pretendo llamar la atención sobre lo negativo que trae consigo el pensamiento bipolar, maniqueo o ideologizado que, en esencia, lo que pretende es construir “a priori” la realidad en términos de buenos y malos para, a renglón seguido, despachar certificados de “progresistas” o “conservadores” a diestra y siniestra. Es más, estos “saberes de salvación” que son las ideologías cerradas, regresan de nuevo como los grandes dominadores del espacio intelectual o cultural fruto de la radicalización e ideologización del presente servida a diario por las terminales mediáticas, y económicas, del pensamiento único.

Como es sabido, la ideología, como han recordado no pocos pensadores, es una enfermedad del espíritu y la cultura porque reduce y manipula el entendimiento de la realidad impidiendo ver e interpretar las cosas y las ideas tal y como son.

Como es sabido, la ideología, como han recordado no pocos pensadores, es una enfermedad del espíritu y la cultura porque reduce y manipula el entendimiento de la realidad impidiendo ver e interpretar las cosas y las ideas tal y como son. En su lugar, se entienden las ideas desde un solo punto de vista y al servicio de unos concretos fines y objetivos previamente determinados. En general la ideología se nos presenta siempre bajo una representación abstracta cargada de emotividad y no poca subjetividad que pretende agotar totalmente la realidad.

¿Cuáles son los síntomas de esa enfermedad del espíritu que se llama ideología?. Muy sencillos, y muy frecuentes es los ambientes en los que no hay ideas: las palabras se transforman en abstracciones convocantes al odio o a la confrontación, que poco o nada tienen que ver con una realidad que el ideólogo manipula en función de objetivos prefijados.

En este contexto, hoy vuelven por sus fueros perdidos ideologías que reducen el campo de visión del hombre y lo alienan de forma lamentable. Hoy, todavía hay enfervorizadas defensas, con carácter de absoluto, del mercado o del Estado, de la libre iniciativa o del interés general. Hoy, todavía, hay mucho pensamiento único, en una y otra dirección, todavía hoy persiste una fenomenal tecnoestructura a la que molesta mucho la crítica y la libertad de las personas. Por eso, hoy todavía, aunque parezca mentira, tenemos que librar una gran batalla para dignificar la escuela, la familia, la política, la economía. Hoy, uno de los grandes desafíos que tenemos es liberar la libertad, desmercantilizar el mercado, desburocratizar la burocracia y, sobre todo, facilitar que la participación social sea libre y efectiva. Y, sobre todo, recuperar, y practicar todos los días, el gusto por pensar en libertad.