Cosas que no convienen | Olvidar lo que se va perdiendo en las ciudades

Publicado: 09 mar 2025 - 02:51

@txarka.ilustracion
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  1. Los toldos. Hasta ayer, el calor se combatía proyectando sombra. Las manivelas giraban con el sol y las calles se cubrían con visera de lona haciendo del caminar un túnel maravilloso, de zoco árabe. Esta exquisita complejidad ha terminado con la monstruosidad de los aires acondicionados.
  2. El adoquín. La manera más respetuosa de separar al pie del barro es empedrando la tierra. El suelo de las ciudades respiraba a través de estas piedras martilladas, que bailaban con la humedad y de las que brotaban musgos. El asfalto y el hormigón las han arrasado para dejarnos suelos artificiales que nos separan aún más de lo vivo.
  3. Las tipografías bonitas. Cuando los carteles eran oficio, florecían carteles equilibrados, que alimentaban el espíritu mientras indicaban dónde estaba una farmacia o prohibían mear en la calle. Todo se ha venido abajo desde que cualquier mindundi con WordArt se ha creído diseñador gráfico y se cambiaron la madera, el azulejo y el acero esmaltado por plásticos del fin del mundo. El horror.
  4. Los negocios hermosos. Cuando había menos para elegir, el mal gusto no podía burbujear sin descontrol. Cada tiendita era una suma de oficios, de procesos lentos y de una idea parecida del mundo.
  5. Los muebles urbanos. Hubo un tiempo en que nadie quería inventar otra manera de hacer el banco de un parque o una papelera. Era una estética familiar y útil, con diseños probados y cómodos. Hoy, cualquier alcalducho experimenta con farolas supersónicas, bancos incomodísimos y jardineras inexplicables que hacen de las calles sufrideros para el ojo (y el espinazo).
  6. El silencio. El trajín cotidiano de los vivideros, con carromatos, bestias, griterío y fritangas ha dado paso a autopistas inmisericordes y estruendo gratuito. Es a este ruido lo que llaman progreso.
  7. La penumbra. La noche, que es cuando toca descansar de la luz, se ha convertido en un alumbrar obsesivo de farolas histéricas y pantallas enormes con anuncios-basura. Nos han robado el dulce paseo con la sombra propia.
  8. El saludo tranquilo. Antes de que el caminar fuera un sorteo de patinetes eléctricos, señores del delivery en las aceras y coches por las zonas peatonales, en nuestras ciudades de provincias la gente se decía hola al pasar y se detenía para cultivar la cosa del vivir.
  9. Los árboles. Toda habitación humana empieza por domesticar al bosque pero nunca la cementación y el talamiento habían llegado a esta absurdez donde no prospera ningún hierbajo.
  10. El pertenecer. Con sus tiendas clónicas y su gente uniformada, todas las ciudades son ya la misma ciudad. Somos extranjeros de una civilización sin espacio ni tiempo, donde nadie quiere construir vínculos porque no se cree en la vecinación.

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