Sonia Torre
UN CAFÉ SOLO
Las nostalgias
1 Cuando la estufa es el Sol. Y el fuego, guardado en su caja de hierro, se hace tan grande que despereza al termoventilador que tiene encima. De la nada, las aspas reclaman presencia y girarán incansables hasta que termine de vibrar la última brasa.
2 Al soplar el viento. Se diría que entonces el mundo rompe la inercia y la vida cambia de dientes. Sopla el viento y lo hace sin preguntar, inesperadamente. Vibran las ramas y quizá vuelen las hojas que aún quedaban agarradas; se agita el pelo y el pensamiento también cambia de dirección. Es ahora cuando un átomo tiene las mismas posibilidades que todo el universo.
3 El cielo de antes de amanecer. Conviene examinar el día cuando todavía es noche. Y, en esta bienvenida a la vida, revisar las estrellas conocidas antes de que se desvanezcan del cielo. Por tarde que lo hagamos aún estará colgada Venus para recordar que hoy también regresará la luz si así se desea.
4 El primer pío en el laurel. También en la mañana, cuando el mundo comienza y se escucha cantar al carbonero más madrugador. Quizá cante para nosotros y haya que darle los buenos días de vuelta. Uno se pregunta qué pensará él, porque si algo es seguro es que él también piensa.
5 La espuma en la moka. Esa crema prodigiosa que uno ve salir con la tapa abierta hasta llenar la piscina de aluminio no deja de ser un milagro que conviene ver cada día con el ojo nuevo. Hacer café es como asistir a la creación del mundo en la intimidad de la cocina.
6 La respiración que suena. El primer aire que sale del pecho, aliento nuevo que se hace palabra y sirve también para abrir la voz al cantar. Es la vida que se afirma contra el silencio.
7 La gota en la nariz. La que avisa de la lluvia posándose dulcemente en la punta. Los narigudos somos casi tan buenos meteorólogos como los calvos.
8 El tren que arranca. Cuando rompe la inercia después de una parada corta, tan corta que no se consigue distinguir el fin de la frenada del inicio del movimiento. Es entonces cuando se consigue sentir los cien mil kilómetros por hora a los que gira el planeta en el que vamos montados.
9 La niebla que brota. Cuando el suelo se enfría y la respiración del bosque se hace agua. Surge entonces el aliento del mundo, ese que se consigue ver pegado a los muros bajos, despanzurrado entre los helechos secos y subido como un fantasma en la piedra santa. Este milagro que sucede es lo que los hombres llaman niebla.
10 Cuando se mira flojo, sin esperar nada. Y lo que viene es la mejor de las sonrisas.
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