Cosas que no convienen | En el tren

Publicado: 15 dic 2024 - 00:23

La nueva enfermedad del tren es cuando el pasaje se levanta 20 minutos antes de llegar, como si así fuesen a salir antes. Otro contagio cuñado del avión lowcost. Sólo falta que aplaudan cuando entremos en la estación
  1. Los cacheos. El tren es el mejor transporte de masas que existe y, si fuésemos una civilización inteligente, debería ser el único. En este país nuestro, se ha querido fastidiar los viajes en AVE con inútiles guardias que te escanean como a un delincuente y vigilan que metas el equipaje por un tubo absurdo. Desde luego no es por seguridad porque, como todo el mundo sabe, el terrorismo salafista viaja en cercanías.
  2. El wc químico. Aunque lo digan, los trenes no funcionan con energías limpias. Es cierto que no los empuja el carbón protoindustrial y cada vez menos diésel, pero casi toda la electricidad que se produce viene de quemar fósiles, de aniquilar ríos o de cercenar cumbres. Si realmente hubiera algún ecologista en Adif empezarían por instalar retretes secos, liberándose de ese líquido azul que es peligroso como la criptonita y aprovecharían el compost para plantar árboles junto a las vías.
  3. El del teléfono. Un vagón no es una cabina. Las personas deberían sentir vergüenza al compartir sus conversaciones entre desconocidos y marcharse a hablar al pasillo. Pero se ve que no. Se ve que nos tenemos que enterar todos de las miserables existencias de los demás.
  4. El casino. Es una tomadura de pelo que los precios de los billetes sean un asunto especulatorio. Deberían tener precio fijo y a escala humana. Los trenes están para ser viajados, no para enriquecer a oscuros directivos ni corporaciones siniestras.
  5. Las ruinas. La arquitectura ferroviaria es una hermosura sin tiempo. En otros países, el Estado vende las infraestructuras que no se usan y existen gente y negocios felices en viejas estaciones, talleres y almacenes. Dejar caer este patrimonio es pura desidia.
  6. Los impacientes. La nueva enfermedad del tren es cuando el pasaje se levanta 20 minutos antes de llegar, como si así fuesen a salir antes. Otro contagio cuñado del avión lowcost. Sólo falta que aplaudan cuando entremos en la estación.
  7. Los clientes. Cuando la megafonía llama a los viajeros “clientes” se hace tácito un problema metafísico. Los trenes no están aquí para transportarnos, sino para sacarnos el dinero. Por favor, corrijan.
  8. Los molestos. Aquellos que tardan un huevo en acomodarse, lo invaden todo y creen que el resto están a su servicio. Ni en el vagón del silencio se está a salvo de esta gente
  9. Las vías muertas. La alta velocidad se expande mientras se abandonan las redes de cercanías. Un malpensado diría que es una operación intencionada para hacer trenes para ricos y turistas. Quizá somos unos ingenuos.
  10. Los herejes. La combinación de trenes y de bicicletas es poderosísima. Si hubiera gente de mirada larga entre los que toman las decisiones, se favorecería su uso en los trenes junto a una buena red de cercanías.

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