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Esta semana leía en prensa que el bitcoin había alcanzado un nuevo máximo histórico, llegando a cotizar a más de 110.000 dólares la unidad.
Por lo visto la explicación a este nuevo récord viene siendo la de siempre y está basada en la ley de la oferta y la demanda. Resulta que el suministro está limitado a 21 millones de bitcoins, de los cuales ya hay en circulación 19,86 millones, es por ello, entre otros factores, el motivo por el cual se ha disparado la cotización. ¿Quién habrá decidido que sólo sean 21 millones? ¿Por qué no 17 o 243 millones?
Pero empecemos por buscar una definición de criptomoneda. Las criptomonedas son activos digitales descentralizados, ni controladas, ni respaldadas por ningún banco central y cuyos intercambios no requieren de intermediarios. El control de las transacciones de criptodivisas depende de una base de datos descentralizada, llamada blockchain (cadena de bloques). Una vez que ya todos tenemos “perfectamente claro” lo que es una criptomoneda, cabe decir, que además de bitcoin, existen otras muchas, como, por ejemplo: ethereum, ripple, cardano, solana, tether, etc. y así hasta varios miles. Hay fuentes que ya hablan de más de 22.000 diferentes. A medida que voy escribiendo este artículo y voy dando algunas pinceladas muy básicas sobre el apasionante mundo de las monedas virtuales se me genera alguna pequeña duda, seguramente provocada por mi absoluta ignorancia al respecto de este tema. ¿Quién me mandará meterme donde no me llaman?
Dado que mi opinión no es una voz autorizada para opinar sobre ello, prefiero trasladarles lo que dice el Banco Central Europeo, sobre estos activos que denomina de alto riesgo: “No generan ningún flujo de efectivo, ni dividendos (como las acciones), no pueden usarse productivamente (como materia prima) y no ofrecen ningún beneficio social ni apreciación subjetiva basada en habilidades sobresalientes (como el oro o las obras de arte)”. La lectura de esta frase me tranquiliza sobremanera.
En los últimos tiempos las criptomonedas han recibido el apoyo de grandes inversores, deportistas, gente de la farándula e incluso, de presidentes de gobierno. Uno de estos últimos, Javier Milei, presidente de Argentina, publicitó en X la criptomoneda $Libra. Fueron muchos los que invirtieron en ella y terminó desplomándose cuando sus desarrolladores retiraron más de 80 millones de dólares apenas unas horas después de haberla creado. El presidente argumentó que no había nada que reprochar al respecto, argumentando que era como “si vos vas al casino y perdés plata”. Una explicación concienzuda y basada en sólidos fundamentos económicos, que avalan la seguridad de la inversión realizada.
Algunos expertos en seguridad informática hablan de que estas monedas basan su funcionamiento en un esquema Ponzi, en el cual los primeros inversores ganan dinero con los fondos de los inversores más recientes. Básicamente se trata de mantener la ilusión de un negocio rentable, siempre que crezcan los nuevos inversores que contribuyan con nuevos fondos, sin intención de retirarlos, y creyendo en la constante revalorización de unos activos que supuestamente poseen. Lo anteriormente comentado en este párrafo me recuerda mucho al famoso caso de Forum Filatélico, pero serán cosas mías. Pasaré a continuación a narrar algunos acontecimientos que han sucedido en distintas partes del planeta, vinculados al mundo de las criptomonedas y que al menos deberían hacernos reflexionar al respecto.
Donald Trump decía antes de 2019 que las criptomonedas eran una estafa y que él lucharía porque el dólar fuese la moneda del mundo. Apenas seis años después el mismo Trump dice que Estados Unidos tiene que ser la capital planetaria de las criptomonedas
FTX, una de las mayores plataformas mundiales de intercambio de criptomonedas se declaró en quiebra en noviembre de 2022. Hoy su fundador, Sam Bankman-Fried cumple condena de 25 años de prisión. Al margen de lo culpable que fuera, este joven, físico y matemático, creó su propia empresa de compra y venta de criptos, quedándose con unos márgenes en cada transacción. En poco tiempo hizo una fortuna gracias a moverse en un mundo con escasa regulación jurídica (a día de hoy no es mucho mayor) y altamente especulativo. Pero un viernes, 11 de noviembre de 2022, y después de haber recibido 600 millones de solicitudes de retiradas en menos de una semana, anunció su bancarrota.
Otro ejemplo podría ser el de la plataforma de criptomonedas Bybit, ocurrido el pasado 21 de febrero, cuando sufrió el mayor robo de criptomonedas de la historia. Sólo fueron 1.500 millones de dólares los que desaparecieron en un instante. Un último ejemplo podría ser el de un país como El Salvador que fue el primero en adoptar el bitcoin como moneda de curso legal y recientemente (después de tres años) ha revertido esta decisión, instado por el FMI (Fondo Monetario Internacional) si quería acceder a un préstamo de 1.400 millones de dólares a favor del Gobierno salvadoreño.
Posiblemente será la ignorancia, pero todo este tinglado no parece brindar excesiva confianza. Para finalizar hagamos una breve parada en lo que está ocurriendo en la primera economía mundial, la yanqui, con respecto al mundo cripto.
Donald Trump decía antes de 2019 que las criptomonedas eran una estafa y que él lucharía porque el dólar fuese la moneda del mundo. Apenas seis años después el mismo Trump dice que Estados Unidos tiene que ser la capital planetaria de las criptomonedas. Ha pasado del rechazo absoluto a abrazar a sus “criptobros”. El porqué, a continuación.
Un día antes de ser nombrado por segunda ocasión como presidente de USA, publicitó su propia Memecoin (ni tan siquiera llega a ser una moneda, se parece más a coleccionar cromos). El valor de esta criptomoneda pasó de 17 a 75 dólares en un día, para pasar después a hundirse su valor (hoy cotiza por debajo de su valor de salida). Se estima que en esta operación Trump se lucró en unos cuantos millones de dólares. Para protegerse de posibles problemas, Donald aprobó una ley en cuanto fue investido presidente que decía que las memecoins no serían investigadas, para evitar a la SEC (la Comisión Nacional del Mercado de Valores americana), puesto que no son artículos de inversión. Ante la caída de su propia moneda, Trump ha decidido vender acceso directo a la Casablanca. Quien compre mayores importes de sus “calderillas” podrá cenar con él y visitar la residencia presidencial. Donald ha visto un nicho de mercado y lo ha atacado. Ha sido capaz de unir política, negocios familiares y el criptomundo. Esto posiblemente acabará siendo un reclamo para muchos delincuentes y ciberestafadores. Quizás veamos próximamente como estalla otra burbuja.
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