Despedirse de todo lo que amamos

COSAS QUE NO CONVIENEN

Despedirse de todo lo que amamos
Despedirse de todo lo que amamos | @txarka.ilustracion

1 De la ermita. Hay que palpar en la reja de madera las marcas de protección de los antiguos y decirle adiós. Alguien puede tener la gran idea de cambiar el tejado y añadir unas puertas de aluminio, como cuando pintaron al santo con Titanlux para tratarle la polilla, arruinando la policromía del siglo XVII.

2 Del árbol en la ladera. Ese del que habla el poema, el que estará allí para consolarnos mientras se hunden todas las certezas de la vida. Al árbol lo talará algún alcalde mentecato, lo quemará el fuego de la civilización, lo pudrirá el ansia de quienes tienen el cerebro putrefacto. Hay que despedir al árbol en cada saludo. Nada garantiza que volvamos a vernos.

3 Del río. Al que visito en las fuentes de la sierra, donde nace como una filtración maravillosa y voy siguiendo mientras se hace grande, entre sauces y fresnos, cruzando los viejos pasos de piedra que han asfaltado los hombres nuevos. Más abajo, las fábricas vierten digestiones negras hasta matarlo como a una lengua muerta.

4 De las luciérnagas. Que ya se han ido para siempre, pero a veces regresan para recordarnos que la extinción es aquí mismo. Así, brillan levemente desde las cunetas, antes de que los operarios del ayuntamiento lo desbrocen todo obsesivamente.

5 De las piernas fuertes. Que me llevan en bicicleta con decisión, pasajero de mí mismo. Son fuertes aquí y ahora, mientras pedaleo como afirmación y también como despedida.

6 Del barrio donde vivimos. Donde fuimos otros y urgentes. Donde no reconoces a nadie porque la ciudad, como la vida, se alimentó de sí misma.

7 De las galletas de nata. De cuando Edita, la lechera, venía a casa para dejarnos cinco litros a ojo desde el cántaro de acero. La nata de aquella leche hervida ya no existe, ni las vacas de pasto, ni Edita. Y la leche que bebemos es un pastiche insípido.

8 De la chaqueta de tweed. La de lana que ya no se encuentra porque no existen ovejas ni pastores ni hilaturas honradas, con toda una industria siniestra que nos viste de petróleo.

9 Del monte de las mámoas. Al que íbamos con papá para contemplar la provincia entera. Le construyen molinos monstruosos, revientan los caminos y llenan la sagrada paz de la cumbre de luces y ruido insoportable. La vida es un proceso de despedida, donde se profana cada lugar donde fuimos felices.

10 De la despreocupación. Cuando la vida se vuelve urgente y fallan los mecanismos pacificantes de la rutina y la bicicleta, la respiración atenta y la tostada bien comida. Se va la tranquilidad y queda esta cosa fea y punzante que hace daño en el esternón y da susto al vivir.

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