EEUU y el riesgo de un capitalismo de Estado

Publicado: 23 sep 2025 - 04:05

Opinión en La Región
Opinión en La Región | La Región

Durante gran parte del siglo XX, Estados Unidos fue el ejemplo mundial del libre mercado: empresas privadas compitiendo entre sí, innovación tecnológica impulsada desde abajo y un gobierno que actuaba más como árbitro que como jugador. Esa imagen, sin embargo, empieza a difuminarse. Hoy, Washington parece avanzar hacia lo que los economistas llaman capitalismo de Estado.

A diferencia del socialismo, el capitalismo de Estado no elimina la propiedad privada. Lo que hace es subordinarla a los objetivos estratégicos del gobierno. China es el caso más claro: empresas privadas que operan en el mercado, sí, pero bajo un marco definido por Pekín. El Estado fija prioridades, financia industrias clave y protege a determinados operadores económicos.

El problema es que, con esta estrategia, se altera la esencia del capitalismo. Cuando el gobierno se convierte en gran inversor y planificador, la competencia pierde fuerza. Las empresas ya no compiten solo por innovar y ganar clientes, sino por obtener acceso a los programas públicos.

Esta intervención masiva tiene un coste. Las ayudas y los subsidios elevan el gasto público y agrandan los déficits. Los precios dejan de reflejar la realidad del mercado y decisiones que deberían depender de la demanda o la eficiencia quedan sujetas a criterios políticos. El propio Fondo Monetario Internacional ha advertido que los subsidios industriales masivos, si no se gestionan con cuidado, pueden generar ineficiencias y tensiones comerciales internacionales.

Si este cambio de paradigma se consolidase, EEUU podría abandonar el libre mercado que lo convirtió en potencia para adoptar un modelo de capitalismo dirigido, no muy distinto del chino

Uno de los sectores más impactados por esta deriva es el de la tecnología verde, donde empresas como Tesla, en EEUU, o Northvolt, en Europa, dependen cada vez más de incentivos públicos para desarrollar baterías y vehículos eléctricos. También la industria de semiconductores ha sido objeto de fuertes intervenciones: Intel y TSMC han recibido miles de millones en subvenciones para instalar fábricas en suelo estadounidense. El mensaje es claro, quien no se alinee con las prioridades del gobierno corre el riesgo de quedar rezagado. Este fenómeno distorsiona la competencia y genera una economía dual: una altamente subvencionada y otra condenada a sobrevivir al margen del nuevo orden económico.

Quizá convenga recordar la advertencia de George Orwell: “El poder no es un medio; es un fin”. Cuando los gobiernos se convierten en actores económicos dominantes, el riesgo no es solo perder eficiencia, sino libertad. Como advierte el economista Dani Rodrik, un exceso de intervencionismo sin controles democráticos puede debilitar las bases mismas de la economía abierta que se busca proteger.

Si este cambio de paradigma se consolidase, EEUU podría abandonar el libre mercado que lo convirtió en potencia para adoptar un modelo de capitalismo dirigido, no muy distinto del chino. La paradoja es inquietante, al tratar de competir con Pekín, Washington corre el riesgo de imitar su modelo y erosionar los principios que lo distinguieron durante décadas. Europa, a su vez, queda atrapada en una carrera que debilita su cohesión económica y limita su capacidad de competir. Lo que está en juego no es solo una estrategia industrial, sino el tipo de economía y de sociedad que queremos preservar. Una que preserve lo que siempre fue nuestra mayor ventaja: la innovación nacida de la libertad.

Contenido patrocinado

stats