Jenaro Castro
TRAZADO HORIZONTAL
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UN CAFÉ SOLO
Vestida de rojo, con el “Make America Great Again” en la gorra, la cantante cubana Janet Correa cantaba exultante “I will vote for Donald Trump/ Yo votaré por Donald Trump.” La coreaba un público entregado. ¿Ganaron? Janet Correa aparece ahora llorando, llena de rabia porque su marido ha sido deportado. Clama por su inocencia y, en medio de lágrimas, denuncia lo que considera una gran injusticia. Lo es. Pero, ¿por qué creyó ella y otros miles de latinoamericanos residentes en esa América del Norte que no les iba a tocar la política anunciada por el presidente? ¿Cómo pensó que tenía más en común con un rubio multimillonario que los despreciaba que con sus propios vecinos con los que convivía? Porque la convencieron, y ella se dejó, de que estaba por encima. La hicieron creer que sería una más en el selecto club de los privilegiados si marcaba bien las distancias con los otros que, en realidad, eran los suyos. Cedió el poder de su voto para descubrir, horrorizada, que caía como los demás, y que solo tendrá una prórroga si sirve a sus intereses.
Por eso resulta difícil comprender, o quizás no tanto, que políticos y políticas señalados directamente como esos objetivos a derribar
El triunfo de estos políticos y de sus mensajes de confrontación emerge cuando nos hacen creer que el enemigo es quien está a nuestro lado o por debajo económica, cultural o socialmente. Y que ellos nos rescatarán, porque nos susurran que somos mejores, superiores. Y nos gusta creerlo. Por eso, cuando nos encontremos todos en la misma jaula, despojados de derechos, sin nadie fuera que pueda abrir la puerta, puede que también lloremos. Mientras, ellos tirarán la llave sabiéndose triunfadores.
Este país celebra estos días 20 años de matrimonio igualitario y el Orgullo. Al tiempo, desde las tribunas políticas, partidos como Vox, en un tono cada vez más belicoso, iguala homosexualidad a pedofilia, a corrupción de menores, a degeneración y apuesta por mantener las terribles terapias de conversión. Los resultados ya se sienten: un preocupante aumento de las agresiones físicas y verbales y el resurgir en las aulas de la palabra maricón para insultar y humillar. (Informe del Ministerio de Juventud e Infancia). Son algunas señales de alerta.
Por eso resulta difícil comprender, o quizás no tanto, que políticos y políticas señalados directamente como esos objetivos a derribar, contribuyan con su silencio y su dócil voto a permitir estos desvaríos. Deberían plantarse seriamente ante su partido y exigir a los suyos un tajante rechazo, aunque se rompan pactos de gobernabilidad. Tal vez crean, como Janet Correa, que les tocará a otros y otras. El resto podrá pensar que todo eso no va con ellos. Esas son las trampas. Recuerdo la frase de Pedro Zerolo a Ana Botella: “En su modelo de sociedad no quepo yo, en el mío sí cabe usted”. Para pensarla más que nunca y decidir dónde situarnos.
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