Para envejecer sin hacerse demasiado mayor

COSAS QUE CONVIENEN

Publicado: 28 sep 2025 - 06:05

Para envejecer sin hacerse demasiado mayor
Para envejecer sin hacerse demasiado mayor
  1. Pedalear hasta el cielo. Porque la bicicleta no es una máquina de rendimiento, sino una invitación a convertirse en brisa, a ser parte del silencio, a fundirse con el espacio inmenso de esta provincia inmensa. No hay mejor fantasía juvenil.
  2. Comer gominolas. Llenar una buena bolsa de esta guarrada industrial de regalices negros, llaves con pica-pica, fresones de gelatina vegana que se quedan pegados al molar, guindillas enchiladas. Pagar como un señor y pedirle al dependiente que no cierre la bolsa, que no es “para los niños”. Es para ti.
  3. Cultivar la extrañeza. Y tomarse muy en serio el saludo al árbol, el regresar la araña afuera, el pinchazo en el pecho al sentir que el fuego que arde en el firmamento es el mismo fuego que arde en ti.
  4. Sentarse en un banco. Practicar los lugares públicos evitando el timo de las terrazas y la gastación continua. Abrir los brazos deportivamente e hinchar el pecho de despreocupación. Ocupar un banco con los tuyos y usar un parque es seguir siendo un adolescente volcánico.
  5. El bocatismo. Ejercer la merienda con el pan mejor y algún fiambre al corte. Cecina de vacas felices o mortadela procesada como viaje a la memoria.
  6. Evitar la pinta de chaval. No caer en los atributos de moderno ortodoxo (el bigote, el tatuaje, el pulserón) ni en la ropa de jóveno. Ser un señor vestido de señor y con sonrisa de niño: flexible, amable, negociable.
  7. Gritar en la cumbre. Como cuando subíamos con papá al cerro de las mámoas o al montecito del seminario. Gritar para afirmarse en esta vida que no dura, pero que es la misma vida que la del cerro, la de mi hermano, la de papá. Todos somos la misma cosa, como decía entre lágrimas aquel monje budista.
  8. Dormir en la tienda. Y sentirse rico bajo las estrellas en tu pequeña ciudad recién fundada. Enroscarse en el saco de dormir como un joven castor y frotarse los pies de aventura. No hay mayor emoción que la de una peripecia secreta en la que descubres que tú mismo eres la chispa que inicia las emociones mejores.
  9. Hablarle al santo. Con la palabra inocente y el corazón encendido, que es el lenguaje que entienden los gatos y los seres sagrados. Tener la fe de ser escuchado, no porque el madero pintado que es el santo nos escuche, sino por la piedra mágica que estaba antes que la ermita y que es la piel enfriada del planeta, el gran ser vivo que nos dio la vida
  10. Beber de todas las fuentes. Recordar a la ninfa en cada trago pero vigilando antes si hay habitación humana o vacas defecantes monte arriba. Coñas las justas.

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