TAL DÍA COMO HOY
Kandinsky
La envidia es un pecado capital malísimo. De los peores.
Yo soy muy envidioso y lo he sido siempre desde niño. A estas alturas de mi edad no me da ningún reparo reconocerlo públicamente. Tal vez porque nunca he envidiado a los ricos ni a los poderosos sino a los sabios, y eso en mi íntimo sentir tal vez me reconforta un poco a mí mismo y así el pecado no me parece tan grave.
Yo creo que la envidia, al contrario de lo que se suele creer, es una noble aspiración del corazón.
Claro que algunos corazones aspiran a tener un apartamento de lujo en Nueva York, otro en Londres, un jet privado, quince coches de alta gama en el garaje, unas cuentas kilométricas en las Caimán y en Suiza, y una mansión con piscina gigante en las Seychelles.
Pero ese no es mi caso. Mi aspiración del corazón es más pedestre y más simple. Ese pecado terrible, la envidia, que tanto reconcome el alma por dentro a quien lo padece, en mi caso se calmaría creo con haber descubierto yo por ejemplo la Ley de Gravitación Universal, haber desarrollado la Teoría de las Especies, o haber escrito el Quijote, o La Odisea, por citar solo cuatro ejemplos sencillos. Nunca me han interesado los lamborguinis, ni los ferraris, ni los rolex. ¿A qué estamos aquí, a setas o a rolex?
Ya que estoy confesándome lo diré todo: las piscinas sí me interesan. De joven fui muy buen nadador
Ya en el siglo I Marcial le dedicó una vez un sarcástico epigrama a alguien que le había enviado de regalo varias joyas valiosas para ganarse su simpatía y conseguir que el poeta lo favoreciera en ciertos negocios ante el emperador Tito con el que Marcial tenía influencia. Decía así: “Enviar oro, joyas y un manto es fácil / enviar setas es difícil”.
Pues eso, ¿a qué estamos aquí en este mundo, a setas o a rolex?
Vale. Ya que estoy confesándome lo diré todo: las piscinas sí me interesan. De joven fui muy buen nadador un tiempo en el que hacía entre dos o tres mil metros nadando todos los días. Nada comparado con un profesional desde luego. Pero tuve varios amigos nadadores en aquella época, alguno campeón de España, que sí nadaban de verdad no como yo. Y me enseñaron muchas cosas técnicas interesantes y útiles que me convirtieron en un mejor nadador. Este dato es reseñable aquí me parece, para explicar lo siguiente.
Hoy ya no hago eso, nadar, desde hace demasiados años para mi desgracia y puede que lo eche de menos. Así que a una buena piscina olímpica en casa no le haría ascos. Si alguien quiere regalarme una aquí estoy con el speedo puesto, aunque ahora con la barriga ese micro bañador ya no me quede bien.
Pero en el agua eso no importa. Y si no, que se lo pregunten a los hipopótamos, a los cachalotes, o a los manatíes, animales maravillosos que como todos los animales excepto los estúpidos humanos, carecen de envidia y de ningún pecado capital.
Contenido patrocinado
También te puede interesar
TAL DÍA COMO HOY
Kandinsky
Sonia Torre
UN CAFÉ SOLO
Las nostalgias
Xabier Limia de Gardón
ARTE ET ALIA
Ofelia Cardo exorciza las sombras del pasado
Emilio R. Portabales
TRIBUNA
Pasado, presente e futuro dos Coros Galegos