Francisco Lorenzo Amil
TRIBUNA
Lotería y Navidad... como antaño
Nicolás Maduro, ya lo sabemos y lo sabemos desde hace tiempo, es un mentiroso, es un falso, es un tipo mediocre que ocupa la presidencia de Venezuela actualmente tras saltarse por las bravas los últimos resultados electorales, es un desgraciado, es un imbécil que no merece ningún respeto, es un tipo del que no se fiaría nadie ni para comprarle un coche de segunda mano, es un bocachancla ignorante y fanfarrón que tiene a una gran parte de su pueblo secuestrado con discursos e historietas pseudoreligiosas y pseudopatrióticas, y a otra gran parte huido del país.
Pero aclaremos un punto: yo no creo que sea un narcotraficante como sostiene Trump. Por cierto que Trump es un individuo tan impresentable como el líder venezolano, y al que podrían aplicarse también igualmente todos los adjetivos de mi primer párrafo. No en vano intentó asaltar el Capitolio una vez, cuando los electores le dijeron que no y no le gustó.
Sí creo sin embargo como está más o menos fehacientemente demostrado, que Maduro tiene un pastón guardado en el extranjero para él y su familia, en cuentas en Suiza o en las Caimán. Si creo también que es un zorro, un raposo traicionero, y tiene sus planes hechos para largarse a Cuba, a Nicaragua o a donde sea si las cosas le vienen mal dadas. Y si creo también que ese hombre parlanchín e hinchado, ese hombre de chándal que tanto cita a Dios en sus discursos, es tan valiente como una polilla. Así que la cosa está clara: en cuanto el asunto se complique él saldrá de ahí por piernas y dejará a su gente en la estacada. No tiene madera de héroe, o al menos yo no se la veo.
Podríamos decir que Donald Trump y Nicolás Maduro con la enorme distancia que los separa, en realidad son casi lo mismo, dos caras de la misma moneda
Pero no nos confundamos, Trump es igual. Se le llena la boca con la idea de que él es un pacificador, pero no solo no acaba con ninguna guerra como prometió y sigue prometiendo constantemente, sino que parece muy dispuesto a iniciar otras nuevas por todo el planeta. Con el apoyo a Netanyahu o a Putin por ejemplo, o con los aranceles para todo dios.
Podríamos decir que Donald Trump y Nicolás Maduro con la enorme distancia que los separa, en realidad son casi lo mismo, dos caras de la misma moneda. Uno desde la Casa Blanca en Washington y el otro desde el Palacio de Miraflores en Caracas.
Pero ¡ah! no son exactamente iguales. Nicolás Maduro es uno de aquellos imbéciles de turno de clase al que los demás niños no soportábamos en el recreo, y Donald Trump es el gran matón del patio que cuando aparecía por allí lo único, y lo primero que hacíamos todos, era correr hacia los refugios antiaéreos.
Bueno, en mi cole de niño, el Curros Enríquez de Ourense, un cole estupendo por cierto, no había gracias a dios refugios antiaéreos. No los necesitábamos.
Fuera cual fuera la alarma, nosotros seguíamos jugando a las canicas con toda tranquilidad.
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