La gran recogida

El personal se despertó con dolor de cachelas y planes de domingo por el festivo local de San Xoán en 47 concellos de Galicia, cinco de la provincia de Ourense: Entrimo, Padrenda, Rairiz de Veiga, San Xoán de Río y Trasmiras. “Lo siento, como yo ya estoy en el curro”, se disculpó el despertador que telefoneó a las nueve desde Vigo al coscarse por la ronquera del interlocutor que en A Coruña el que no seguía en el sobre estiraba el meigallo de la matiné en algún garito. No todos.

El 112 anotó 450 incidentes por intoxicaciones, quemaduras y caídas en todo Galicia. No es mal balance cuando se juega con alcohol, fuego y océano. Los servicios públicos funcionan y son política

La festividad, por designación autonómica o local, sacó del calendario laboral la jornada más improductiva del año en una ciudad que quema San Xoán, Fiesta de Interés Turístico Internacional, como si le quedase una cerilla.

Más de 130.000 personas saltaron la hoguera en las playas, sobre todo visitantes, cada bar del barrio ofreció sardinas, churrasco y pinchadiscos a la clientela habitual, y en el callejero aparecen once códigos postales. El parte de incidencias importantes sólo registró una caída de un joven desde las escaleras del paseo marítimo por el empeño del dispositivo de seguridad. Buzos vestidos con neopreno y aletas a mano recorrieron la orilla del Orzán en las peores horas de la marea para bajar cogorzas de la ola. Con el reparto de leña del Concello y la homologación de hogueras se minimiza el riesgo. En 2011 murieron dos jóvenes, uno quemado y el otro ahogado. El 112 anotó 450 incidentes por intoxicaciones, quemaduras y caídas en todo Galicia. No es mal balance cuando se juega con alcohol, fuego y océano. Los servicios públicos funcionan y son política.

De festa todos somos estupendos, como el montón de restos que dejamos olvidados. A las seis de la mañana la ciudad ofrecía una estampa de macrobotellón con 44 toneladas de residuos en las playas, 13 menos que el año pasado, de los que apenas había rastro a la una de la tarde. “Soy la primera que quiere que acaben para irme a casa, pueden ir a Riazor o al Matadero, que ya están limpias”, sugería una vigilante de seguridad en la escalinata del Orzán a unos turistas que no entendían por qué no podían poner la toalla en la arena que dos tractores acababan de rastrillar. Se entretuvieron un rato contemplando a un joven bajar la empinada escalera con las manos mientras terminaba la gran recogida.