Pilar Cernuda
LAS CLAVES
Sánchez, cuestionado por los suyos pero inamovible
TAL DÍA COMO HOY
Es el título de una novela de H.G. Wells publicada en 1898.
Pero lo que vamos a contar hoy aquí no habla estrictamente del libro, sino de uno de los fenómenos que más ha marcado la historia de los medios de comunicación.
La noche de Halloween de 1938 fue el pretexto perfecto para la retransmisión de un programa radiofónico basado en la novela
La noche de Halloween de 1938 fue el pretexto perfecto para la retransmisión de un programa radiofónico basado en la novela. En una hora, el mundo se puso patas arriba, el pánico se desató entre miles de personas, convencidas de que la Tierra estaba siendo atacada por un ejército de alienígenas (como en la novela).
La narración del actor y director Orson Welles desdibujó la línea que separa la realidad de la ficción. Se había avisado al principio de que era ficción, pero no se volvió a decir nada hasta el minuto 40, así que los oyentes que se habían incorporado tarde pensaron que era realidad.
Las redacciones de los periódicos, las comisarías de policía y las carreteras de Nueva York y Nueva Jersey quedaron colapsadas en cuestión de horas. La gente asaltaba los supermercados para reunir provisiones… un caos.
Hoy en día esto sería impensable, demasiados medios para informarse. Aun así, podemos decir que este programa fue la semilla de lo que hoy consideramos fake news…
En la Red, engañar es la regla, no la excepción.
Uno de los fundamentos de nuestro periódico es mantener la bandera de la verdad y luchas contra las fake news, os invito a ver la campaña de PARA_LEE_PIENSA
Pero desde otra atalaya y con el propósito de demostrarlo científicamente se encargaron investigadores de la Universidad de Indiana-Universidad Purdue Fort Wayne (EEUU).
Según publicaban en la revista Computers in Human Behavior, sólo un 16% de las personas son completamente honestas en internet.
De acuerdo con los autores, es una cuestión de mutualismo: la Red da cancha libre para el engaño porque un 98% de los internautas cree que todos los demás usuarios tergiversan la realidad, ya sea para garantizar su privacidad, para sentirse más protegidos o para parecer más atractivos en las webs de encuentros sexuales.
Y esa desconfianza se convierte en excusa para ser embusteros. En definitiva, es la pescadilla que se muerde la cola.
Pero no es la única razón para ser reincidentes en el embuste. A nivel biológico, engañar puede ser muy reconfortante, incluso adictivo. Neurocientíficos de las Universidades de Washington y Harvard demostraron que el comportamiento no ético puede producir emociones positivas. Y que del mismo modo que quienes se enfrentan a un maratón experimentan un eufórico subidón del corredor, los embustes provocan una especie de subidón del mentiroso.
Se debe a que engañar, siempre y cuando no implique daño para terceras personas, libera dopamina, la hormona del placer y de la motivación, que activa los circuitos de recompensa cerebrales.
Tan estrecha es la relación entre esta hormona y la predisposición a mentir que se ha identificado una variante del gen receptor de la dopamina D4 (DRD4) que duplica el riesgo de ser infieles. Concretamente, el 50% de los que llevan en su ADN esta variante han engañado una o más veces a su pareja, más del doble que la media de la población.
Curiosamente, ese mismo gen favorece la adicción al alcohol y a los juegos de azar, así como la afición por las actividades arriesgadas.
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