Ibarrola en Allariz

Ensayos de comprensión

Publicado: 13 abr 2025 - 04:25

El Ecoespazo de O Rexo, en Allariz.
El Ecoespazo de O Rexo, en Allariz. | La Región

La intervención de Agustín Ibarrola (Bilbao, 1930 – Galdakao, 2023) en las campas de O Rexo, en Allariz, luce de nuevo en todo su esplendor original. Los trabajos de restauración han devuelto el brillo al proyecto hecho realidad el 25 de julio de 1999. Ibarrola y el entonces alcalde, Anxo Quintana, se entendieron. Entre ellos estaba el arquitecto César Portela, inspirador intelectual del Allariz que hoy conocemos. Con todo, el artista vasco no quedaría satisfecho con la gestión posterior que el ayuntamiento hizo de aquel espacio: más que mostrarlo pareció empeñado en ocultarlo. En cualquier caso, el trabajo inicial, impactante, en el bosque de Oma (1982-1991) y el posterior en Allariz, le abrirían a Ibarrola la posibilidad de recibir nuevos encargos: los bloques pintados de la escollera en el puerto de Llanes (2000) o las piedras de la finca Garoza, en la dehesa de Muñogalindo, Ávila (2005).

El ecoparque de O Rexo, una explotación ovina y ahora también vacuna, con transformación de los productos derivados, sigue siendo hoy un proyecto singular que integra las actividades productivas con un espacio para el ocio y el arte en plena naturaleza. Ibarrola era ya un artista contrastado en el land-art, y con una trayectoria solvente en el arte contemporáneo español, como atestigua su protagonismo en Equipo 57 o la crítica social, desde el realismo y el expresionismo, en favor de las luchas obreras y políticas de los años 60 y 70.

En Ibarrola estuvo siempre presente la aspiración de un “arte popular”, rompiendo los límites del consumo artístico elitista, en palabras de Valeriano Bozal. Las intervenciones en el Rühr alemán, utilizando traviesas de ferrocarril, o en los troncos del pinar en Oma, tuvieron un impacto social indudable. Cumplieron con la pretensión de la investigación del Equipo 57: “la transformación material, transformando el medio”. El arte de Ibarrola no remite a sofisticados o herméticos mensajes interpretativos. Habla de la naturaleza, de las formas de los árboles y rocas, los efectos de la luz, el color y la perspectiva. Ibarrola invita al juego y a descubrir miradas siempre nuevas y sorprendentes que él ha tenido buen cuidado de pensar e investigar detenidamente antes de trasladarlas a la naturaleza. Por eso, sus intervenciones no desvirtúan la potencia de esta, no se imponen al paisaje, y crean un espacio, que evoca a Noguchi, por momentos solemne y apto para la meditación.

Sesenta toneladas de granitos diversos y bloques de pizarras, junto a los alisos y algunos pinos de las riberas del Arnoia, son los soportes del trabajo de Ibarrola en O Rexo. Un número de piezas quizá excesivo y una distribución abigarrada que tiende a lo confuso. Ibarrola trabajó allí ayudado por un grupo de estudiantes de Bellas Artes. Antes había preparado minuciosamente pequeñas maquetas –guardadas en el ayuntamiento alaricano– con palos de madera en distintas composiciones verticales y figuras creadas con papel maché.

En O Rexo, un lugar todavía hoy apenas frecuentado, la obra de Ibarrola ha sido restaurada siguiendo un plan acordado entre el ayuntamiento y la familia del artista. Las piedras vuelven ahora a lucir con las líneas gruesas y los colores planos contrastados. O Rexo entra en la primavera con todo su renovado esplendor, invitando a las reuniones festivas comunitarias o, como es mi caso, al paseo y el recogimiento. “Cargarse de energía sensual, visual y estética al contemplar las pinturas del bosque y poder construir un espacio plástico propio solamente con los desplazamientos”, escribió Agustín Ibarrola, pensando en Oma, o en O Rexo.

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