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SUEÑOS DE OLIMPIA
Mientras el gobierno israelí se pega con Irán, Hamás, Líbano, los Hutíes o quien haga falta, sus clubes y deportistas se acostumbran a competir en circunstancias extraordinarias. Como si les acompañase esa famosa “Cúpula de Hierro” que, aseguran, protege al país.
Si el “Shabak” concluye que el riesgo supera su capacidad o el país no cumple sus exigentes protocolos, el equipo o deportista no viajará. O lo hará bajo su responsabilidad
Aunque muchos piensan que es el famoso “Mossad” quien escolta a sus deportistas por el mundo, esa función de protección la cumple el “Shabak”, su equivalente en asusntos nacionales. Junto a los Ministerios de Asuntos Exteriores y de Seguridad, deciden cómo, cuándo y dónde viajan sus compatriotas. Siempre en coordinación con las embajadas del país de destino y con la seguridad privada que cada club debe tener.
Si el “Shabak” concluye que el riesgo supera su capacidad o el país no cumple sus exigentes protocolos, el equipo o deportista no viajará. O lo hará bajo su responsabilidad.
Clubes potentes, como el Maccabi o el Hapoel Tel Aviv, decidieron disputar sus compromisos europeos en campos neutrales y controlados en Serbia, Bulgaria, Chipre o Hungría. Pero los no menos de 60.000 euros que cuesta un partido de alto riesgo reducen esta posibilidad para la próxima temporada.
En la propia Israel, es el Ejército y su servicio de inteligencia -Aman- quien decide cuándo y en qué condiciones se juega un partido. Cada estadio posee un búnker de emergencia bajo la tribuna y el número de espectadores permitido será el ajustado a la capacidad del refugio.
Parece delirante jugar -y rendir- bajo estas condiciones. Los israelies lo hacen desde décadas, soportando una doble presión. Son un codiciado objetivo terrorista, opinen igual o no que su gobierno. Y además, son la esperanza de todo un país.
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