Opinión

Presidente presidiario

La imputación judicial de Georgia es seguramente la más peligrosa para el ex expresidente Trump. Aunque los cargos sean más graves en el caso de su instigación a asaltar el parlamento, lo de Georgia entraña un riesgo aún mayor porque los más de cuarenta cargos penales están respaldados hasta el infinito. A los amigos de la república norteamericana nos provocó estupor, tristeza y una náusea muy profunda escuchar la grabación, admitida, en la que un presidente en ejercicio se permitía una y otra vez coaccionar al Secretario de Estado de Georgia, ordenándole que le “consiguiera” once mil votos más, cuando el escrutinio ya se había realizado y reconfirmado ante todos los observadores de ambos partidos e independientes. Las claves de ese comportamiento delictivo, de ese nivel insólito de “bullying” desde la más alta institución del país, deben encontrarse leyendo las páginas esclarecedoras de su sobrina, la profesora universitaria de psiquiatría clínica Mary L. Trump. En su libro “Demasiado y nunca suficiente: cómo mi familia creó al hombre más peligroso del mundo” traza el perfil psicótico de este megalómano carente de toda sujeción ética. Para él, el fin último de mantenerse en la Casa Blanca justificaba absolutamente cualquier medio. Tanto es así que, cuando fracasaron todas sus tentativas de coerción sobre altos funcionarios de los estados más disputados, no tuvo empacho en continuar hasta su siguiente delito, siempre presunto: alentar a miles de sus seguidores a viajar hasta la capital, arengarles en un mitin callejero y lanzarles a la toma del Capitolio para forzar al vicepresidente del país a incumplir la Constitución y las leyes y negar a su adversario la certificación de su victoria electoral. Por el camino, toda esta línea de acción sirvió para hacerle el último servicio a su amo, valedor y quizá financiador último, el zar Putin. Él y otros tiranos como Xi pudieron así reírse en público del sistema electoral y político estadounidense, equiparando su fiabilidad y corrección, su proceso y sus garantías, a los régimenes que ellos representan. Parece que a Trump no le bastaba con socavar las instituciones de su propio país: se aprestó a hundir en el fango la idea misma de la democracia liberal, para beneficio de nuestros enemigos globales.

Ahora Trump debe ser apercibido en sede judicial antes del viernes 25. Junto a otras dos decenas de personas, se le acusa formalmente de “conspiración para cambiar de manera ilegal el resultado de las elecciones” en Georgia. Entre los cargos adicionales que se imputan personalmente a Trump se encuentran delitos de corrupción y de intento de soborno, además de las coacciones a diversos funcionarios de alto nivel, que sin duda van a declarar pero además no hace falta: están las grabaciones. En un país normal, Trump quedaría inhabilitado para cargo público. Es más, la Justicia adoptaría medidas cautelarísimas que impidieran su candidatura por el riesgo de reiteración delictiva, ya que los delitos de los que se le acusa se habrían cometido, precisamente, en el ejercicio de altas funciones públicas. Es una anomalía en Derecho comparado que Trump pueda concurrir a los próximos comicios e incluso, llegado el caso, ser a la vez presidente y presidiario. Hay dudas jurídicas sobre si, una vez proclamado presidente, podría autoindultarse. Incluso si pudiera, el descrédito y el bochorno internacionales serían insoportables. 

Pero no estamos exentos en España de situaciones similares: Antonio Tejero Molina fue cabeza de lista al Congreso de los Diputados mientras cumplía sentencia por su rebelión armada del 23 de febrero de 1981. En todo caso, se equivocan profundamente las voces que reivindican una especie de inmunidad (en realidad, impunidad) para Trump sólo por haber sido presidente. Recordemos que expresidentes como el francés Sarkozy o la surcoreana Park fueron encausados y condenados. Park se pasó varios años en la cárcel antes de ser indultada. Y en ambos casos se trató de delitos mucho menos graves que los presuntamente cometidos por Donald Trump. Las connotaciones de la palabra “racketeering” son las del crimen organizado con largos tentáculos y ramificaciones impredecibles. Es un término habitual en las causas penales contra las mafias y el narco. 

Mientras tanto, una parte de la sociedad, y en concreto una parte del conservadurismo, sigue bajo el influjo de este político al servicio de una agenda identitaria, nacionalista, antiglobalización, coercitiva en la imposición estatal de valores conservadores, y geopolíticamente contraria a los intereses de Occidente y a nuestro paradigma de gobernanza y de libertades civiles. El inmenso descrédito de la política y de los medios de comunicación es un clima propicio para el populismo de personajes histriónicos que ofrecen bravuconadas facilonas y la supuesta liberación del “pueblo” oprimido. El “fondo de reptiles” de Putin, estimado como mínimo en la suma inabarcable de doscientos mil millones, invierte en la desliberalización del mundo occidental. Trump es su herramienta más eficaz en el camino hacia la servidumbre al nuevo amo.

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