Opinión

El político con plaza fija

Con qué sueña el interventor municipal. Cuáles son sus ambiciones. Sus anhelos. Sus complicidades. Sus filias. Sus fobias. Sus lecturas. Sus aficiones. Una entrevista con Gonzalo Alonso gana  interés cada día que pasa. Conocer sus puntos de vista ayudaría a entender mucho de lo que ha sucedido en las últimas dos décadas en el maltrecho Concello de Ourense.  Porque Alonso no es un funcionario. Es un político con plaza fija en un Concello que en un imponente alarde de democracia ha sumado a un opositor al gobierno local con horario y prebendas de funcionario. Los alcaldes ourensanos han tenido a su mayor rival político sentado a escasos centímetros en los plenos. Puede dar fe de ello Francisco Rodríguez o Jesús Vázquez. El nuevo regidor, viejo zorro, le ha perfilado un atrevido –e impropio– gobierno de coalición que ha tenido ya su primera foto en ese inolvidable viaje a Madrid. 

Pero no nos engañemos. Ningún optimista bien informado de la realidad ourensana apostaría por ese pacto entre Gonzalos. Alonso está a lo suyo. ¿A qué? Eso es lo que nos gustaría conocer en esa entrevista. Lo que sí podemos, al menos, asegurar es que el interés de Gonzalo Alonso y el de los ourensanos es divergente. Y las consecuencias de lo denunciado por el anterior gobierno local o el Consello Consultivo han venido desfilando por estas páginas durante los últimos años. Infinitos palos en las ruedas de la ciudad a cargo de un hombre  que se ha erigido sin presentarse a las elecciones municipales  –minucias para un hombre como este, de un ego tan grande como su capacidad para inmiscuirse en competencias ajenas– en protagonista capital de la tragicomedia de enredos en la que malvive el Concello de la ciudad. A los ourensanos les toca pagar la factura de sus ambiciones. 

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