Las madrinas de guerra

Publicado: 03 mar 2025 - 00:05

Madrinas. La primera comenzando por la izquierda la infanta Beatriz en Mundo gráfico Madrid.
Madrinas. La primera comenzando por la izquierda la infanta Beatriz en Mundo gráfico Madrid. | La Región

España se desangraba… Más aún, tras el desastre de Annual. Para esta clase de guerras coloniales, Francia tenía a la legión extranjera y a los goumiers -leales marroquíes, mercenarios que combatían por dinero-; mismo Inglaterra, aunque mandaba a voluntarios, sus soldados estaban, por lo general, bien escogidos. España, por el contrario, además de enviar a jóvenes con instrucción mínima, también llegó tarde a la creación de un cuerpo de élite -La Legión se creó en 1920-, que supiese intervenir como fuerza de ocupación en un territorio en estado de anarquía. Entretanto, los destacados en África, entre ellos los soldados de Mérida -casi todos ourensanos-, sufrían los “latigazos” de Abd-el-Krim -exestudiante de derecho en Salamanca-, tan solo con su bravura.

España, por el contrario, además de enviar a jóvenes con instrucción mínima, también llegó tarde a la creación de un cuerpo de élite.

El Directorio Militar, presidido por Primo de Rivera, decía que venía a cortar la hemorragia. Era evidente que necesitaba un éxito en Marruecos, para justificar la esterilidad de aquel sacrificio. E, inconscientemente, la tragedia de Annual movilizó a todo el espectro social; en concreto, a la mujer. Ésta desempeñó un rol fundamental. Impulsó múltiples iniciativas -colectas, fiestas benéficas, suscripciones…-, en favor de los destacados en África. Pero, de todas ellas, la que más entusiasmo suscitaba en la tropa, era el carteo con las madrinas de guerra.

E, inconscientemente, la tragedia de Annual movilizó a todo el espectro social; en concreto, a la mujer.

El ourensano Xosé Ramón Fernández-Oxea -Ben-Cho-Shey-, corresponsal del periódico La Zarpa, había sido reclutado para servir en filas, en las plazas africanas, tras el descalabro de Annual. Desde allí, transmite las estrecheces materiales, y la presión psicológica que padecía el soldado, en un ambiente de tensión permanente. La ansiedad, la melancolía, o los pensamientos intrusivos generados por la posibilidad de no volver a ver a los familiares, a menudo, sumían a la tropa en la desesperación. Solo la llegada de la prensa nacional -sobre todo la de provincias-, o de novelas voluptuosas, como Mariquita cautiva de los moros -enseguida desaparecían del zoco-, eran un antídoto contra la soledad.

Madrinas. La primera comenzando por la izquierda la infanta Beatriz en Mundo gráfico Madrid.
Madrinas. La primera comenzando por la izquierda la infanta Beatriz en Mundo gráfico Madrid. | La Región

Aun así, el toque del correo se llevaba la palma. Era una ráfaga de luz en la penumbra; aunque, también una lotería, con pocos agraciados. De ahí que la labor desempeñada por las madrinas de guerra fuese, con creces, la más fructífera; a pesar de las distintas motivaciones que tenían. Unas, con afán religioso, trataban, tanto de conjurar la desmoralización de la epidemia de la pornografía, como de brindar, altruistamente, aliento al necesitado. Otras amadrinaban tanto por un sentido maternal, como patriótico. Tampoco faltaba quien se carteaba por la emoción que suponía entablar una relación epistolar con un militar que no dudaba en arriesgar la vida por la patria. Con todo…, no siempre les resultaba fácil, a algunas jóvenes, ser madrinas de guerra.

Revista Garellano, abril 1922. Soldado escribiendo una carta desde África.
Revista Garellano, abril 1922. Soldado escribiendo una carta desde África. | La Región

En ocasiones, podían ser tachadas de románticas, de cursis, e incluso, las que presumían de novio tolerante, porque consideraban el carteo una vanidad filantrópica, con el tiempo, cuando veía que el ahijado entraba a formar parte de sus vidas, daban muestras de su preocupación. Ciertamente, cuanto más se prolongaba la correspondencia en el madrinazgo, más se abonaba el terreno para que brotase el afecto.

Foto Villar 1925. Soldados en Marruecos.
Foto Villar 1925. Soldados en Marruecos. | La Región

El amadrinamiento había tenido, en la I Guerra Mundial, entre la tropa francesa, un efecto psicológico regenerador. Y, tras Annual se intensificó, también en España; en especial, poco antes del desembarco de Alhucemas. Los jóvenes que estaban en África, sobre todo, los que habían nacido en una familia acomodada, con frecuencia, recibían de sus casas algún socorro con el que aliviaban sus penurias materiales. A la vez, las cartas, eran un bálsamo para su alma. En cambio, otros, con menos fortuna, estaban presos de la soledad de las trincheras. Y, en este dramático escenario, los soldados españoles, al igual que habían hecho los franceses, realizaron un llamamiento a las mujeres del país para que amadrinasen a sus compañeros más desvalidos.

Y, tras Annual se intensificó, también en España; en especial, poco antes del desembarco de Alhucemas.

Al instante, surgieron millares de madrinas. El luto que reinaba en la sociedad española tras el desastre de Annual ayudó a incrementar, sin duda, esta práctica humanitaria -la propia infanta Beatriz, hija de los reyes, era una de las mujeres que encabezaban tan extraordinaria institución-; y, por supuesto, la prensa. A los periódicos ourensanos llegaban, a menudo, peticiones de soldados que solicitaban ser amadrinados. Ben-Cho-Shey reproduce un fragmento de la carta de una madrina a un amigo suyo en La Zarpa para animar a las jóvenes ourensanas a participar en tan filantrópica misión. “Desde que leí su carta -decía- y supe de su orfandad desgraciada le cobré gran afecto sin conocerle. Mis papás también se interesan por usted; y en lo que mis recursos me permitan no dejaré de favorecerle”. Era habitual, en efecto, que la correspondencia fuese acompañada de paquetes con ropa de abrigo, alimentos, conservas, cigarros, o mismo, alguna que otra fotografía.

Foto Sarabia 1925. Soldados repatriados gallegos vuelven de África.
Foto Sarabia 1925. Soldados repatriados gallegos vuelven de África. | La Región

En caso de no ser agraciado con ninguna misiva, el destacado en las plazas africanas, al menos, siempre podía recurrir a leer el diario de provincias que llegaba a la compañía. Con frecuencia, era un sucedáneo recurrente para sacudirse la “morriña”. De ahí que, en más de una ocasión, los miembros del batallón de Mérida le agradeciesen al director de La Región, la consideración de enviarles, diariamente, un número del periódico. A través de él, irremediablemente, se sentían más cerca de la tierra.

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