Manel Estiarte: anatomía de un líder

LA OPINIÓN

Manel Estiarte, en una acción de la final Olímpica de waterpolo disputada en Barcelona en 1992.
Manel Estiarte, en una acción de la final Olímpica de waterpolo disputada en Barcelona en 1992. | La Región

Es. miércoles. Llevo días pensando sobre qué escribir. Nada de lo que veo consigue saciarme para poder vomitar sobre el papel, una vez más, todo el frenesí que me genera esto. Las efemérides me recuerdan que el mejor jugador de la historia de mi deporte cumple años. Entro en Instagram. “Hola Manel, ¿cómo estás? Me gustaría escribir sobre ti”. “Hola, mándame tu número de teléfono”. En los diez minutos que dura una conversación impensable me elevo tanto que ya no estoy aquí. Estiarte me arropa y me arroba con cada palabra. Noto su aliento, su presencia carnal, el humanismo de quien creo inmortal. Me gusta el gracejo catalán con el que dice ‘baterpolo’. Reconoce mi pasión por el deporte sin saber que él ha sido uno de sus principales instigadores. Supongo que ese ardor es en lo único en que nos parecemos. Me sigo elevando tanto que llego a Barcelona.

Domingo, 9 de agosto de 1992. El único certamen olímpico en suelo hispano claudica en su último estertor. Son los Juegos de Shcherbo, de Egerszegi, de Lewis. De Jordan y del Dream Team. De una España que despierta en la vanguardia y toca techo con 22 metales. A las 16,35 trece gorros blancos y trece gorros azules asoman en el cielo de Montjuic picoteado por las ocho torres construidas de la Sagrada Familia. Los torsos de Belvedere se zambullen en la Bernat Picornell. El fuego de Prometeo, asaeteado por Rebollo, sobrevive en la piscina para regar de talento a los waterpolistas que se juegan la gloria.

Entre todos destaca uno. Los italianos no le quitan ojo al número 5. Ellos mismos lo han bautizado como ‘Il Maradona del Pallanuoto’. Manel Estiarte viene de ser el máximo goleador en los tres Juegos precedentes -Moscú, Los Ángeles y Seúl- y también lo será en Barcelona. Seis veces será olímpico y se convertirá en el mayor anotador de la historia, con 127 goles, duplicando los registros del siguiente. Durante siete tiránicos años es consagrado como el mejor del mundo. Ha regresado de los Alpes como Aníbal, como Napoleón, para preparar la madre de todas las batallas y lo ha hecho bajo la batuta de una hidra croata. Los métodos de Matutinovic son torturas pero unen en el dolor a las dos Españas de Machado. Estiarte arenga a sus compañeros desde una capitanía que se extenderá dos décadas. En torno a él orbitan los Rollán, Oca, Aguado, Pedrerol, Sans, Michavila, Ballart. Bendita excelencia.

El partido es una escabechina. España sobrevive por pundonor y arriba a la epopeya de las tres prórrogas. Por el camino, el capitán pierde una ceja. Antes de Tassotti, fue Fiorillo. Diezmado, agarra la primera ventaja en todo el partido con un penalti. Quedan esos 42 segundos que se ficcionarán 30 años después con fantasía para mayor gloria del waterpolo. Podría hacerse un folletín porque todo es demasiado trágico. Italia lo remonta y el palo repele la última bala de Oca. Barcelona entera se hunde. En el vestuario vuelan sillas pero ellos aún no saben que acaban de gestar el mito fundacional de un imperio.

Cuatro años después, se sacan todas las espinas. Estiarte conduce a los suyos al oro olímpico de Atlanta, recompensa a tanto sacrificio. El paladín comprende el camino -“el equipo sobre el ego”- y así lo instruye. Dos más tarde son campeones mundiales en Perth, repitiendo en Fukuoka, Budapest y, este año, en Singapur.

Las hornadas de Tritones se solapan. Los Perrone, Iván Pérez o Guillermo Molina recogen la herencia para seguirla inoculando en los Granados, Sanahuja o Larumbe. No solo en ellos. En 2013 la Picornell celebra el oro que le debían. Vale doble porque ahora también es de ellas. Anni Espar, Laura Ester, Jenni Pareja o Roser Tarragó son tan buenas que engendran otra generación. Las Camus, Crespí, Leitón, Terré, Ortiz, García o Forca tocan techo en París. En total son unas 70 medallas internacionales. Un dislate que nació de aquellos pioneros que cambiaron individualismo por leyenda.

El ‘delfín goleador’ también deja parte de su impronta en los clubs a los que pertenece. Dos Copas de Europa, tres Recopas, cuatro Supercopas, nueve Ligas, once Copas y el primero que junta el Grand Slam, los cuatro títulos continentales. En el 2000, cuelga el gorro. Es miembro del COI seis años. Se alista en el Barcelona y más tarde en Bayern y City, escudando a su amigo Guardiola. Detrás de las Champions de uno de los mejores DT del mundo, también está la visión de Manel. ‘Greatness inspires greatness’. Entre tanto reconocimiento, relumbra el Príncipe de Asturias. Estiarte ingresa en la lista egregia de los Rafa Nadal, Serena Williams, Carl Lewis o Martina Navratilova.

El 26 de octubre de 1961 nacía en Manresa el mejor jugador de waterpolo de todos los tiempos. Hoy, con 64 años sigue diseminando las bonanzas del deporte con una pasión contagiosa, tal y como dirigía sus barcos desde el agua. En sus últimos coletazos en la Barceloneta, un niño de unos diez años se le acercó, le tiró del albornoz y le preguntó por qué llegaba siempre media hora antes. “Yo es que tengo que dar ejemplo”, le contestó.

Manel Estiarte comprendió muy pronto qué significaba ser líder, para convertirse en el mayor exponente y poder moldear a sus sucesores a su imagen y semejanza.

@jesusprietodeportes

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