Sergio Otamendi
CRÓNICA INTERNACIONAL
Dos éxitos o dos fracasos
Se sentó a su lado y le agarró la mano. Fuerte. Pero sin hacerle daño.
Aquí, es donde la historia se acaba.
Porque a nadie le interesan los principios, porque existen personas que primero leen la última página del libro. Pero al principio esta historia, Pepe era un tipo normal, un poco presumido, desconfiado y algo cotilla.
Cuando le pregunto siempre me dice que eran cosas de otra época, que ahora la gente es distinta, que a nadie le interesa nadie. Yo suelo reírme y callar, que es probable que a Pepe no le guste comprobar que el mundo no ha cambiado tanto.
Pepe tenía pocos amigos, de los verdad quiero decir, que para ir de vinos uno nunca está solo en la vida, sobre todo si la cuenta siempre acaba en mano propia. Él prefería quedar con Paco María, porque era buena persona y algunas veces pagaba la primera ronda. Y porque era un poco más bajito y menos agraciado que Pepe, que estaba trabajando en su carrera como actor.
En París. En Murcia.
El caso es que Paco María estaba invitado a la boda de un primo suyo de Segovia.
A las bodas de antes solía asistir gente que ni los propios novios conocían.
Se sentó a su lado y le agarró la mano. Fuerte. Pero sin hacerle daño.
Y aunque Pepe vivía enamorado de la sensación de estar enamorado, se enteró de que Mary Luz, la de los Álvarez Torres, y de la que también se había enamorado, estaría en aquella boda.
Habló con Paco durante semanas. Perdió la cuenta del número de vinos y de puros que hubo de por medio.
Convencer a alguien, requiere el uso de las armas apropiadas para cada caso y a Paco, excepto beber, todo se le daba mal. O casi todo.
Un viernes a la hora del vermú le comunicó a Pepe que, tras unas negociaciones intensas -mentira, pues solo quería venderle el favor- había conseguido que su primo accediese a invitarlo a la boda.
Noticia que celebraron entre nécoras y centollos en la calle San Miguel.
Tardó él unos días, que tenía un casting en una película de Carmen Sevilla, en poner su plan a andar. El plan: llegar a Mary Luz.
Se apañó para organizar con las amigas de Mary Luz un encuentro. No en vano Pepe había sido dotado con un don de gentes y un zalamerismo poco comunes.
Encuentro al que ella no asistió. Capricho de su hermano mayor, que había escuchado historias sórdidas de bares sobre este Pepe.
Y llegó el día.
Un autobús en el Parque de San Lázaro recogía a los invitados.
Se las ingeniaron entre todos para que ella, desconocedora de la situación, se quedase sola en su asiento. Al subir Pepe el autobús se hizo silencio.
Se sentó a su lado y le agarró la mano. Fuerte. Pero sin hacerle daño.
Aquí, es donde la historia se acaba. Porque nunca más se la soltó.
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