Fernando Ramos
HISTORIAS DE UN SENTIMENTAL
El Archivo Llanos de Ribadavia y las fotos de la campaña de África
Me cuesta trabajo, mucho trabajo, ver al militar de hoy metido en la política, en esta extraña política de hoy. Parecen incompatibles. Podría ser que el militar acuda a la política precisamente por esa incompatibilidad que se percibe. No por impedimento legal, sino por rechazo a lo que la política nos muestra. En una palabra: porque es repugnante para la conciencia militar que se juegue con la unidad de España.
Hay muchas similitudes entre la guerra y la política, son lo mismo, pero a la vista están las pocas similitudes entre los hombres de armas y los políticos. Cuando no hay política aquello que decía Tallleyrand: “La guerra es un asunto demasiado grave para dejarlo en manos de los militares”, suena a peligroso, muy peligroso. Como dejar en manos de un niño el cuidado del rebaño cuando el lobo acecha.
Dice Clausewitz que la guerra es un acto político, nace de un fin político al que hay que atender preferentemente. “El propósito político es el fin, la guerra el medio, y jamás pueden concebirse medios sin un fin”.
Hasta aquí está claro. Mi pregunta hoy va más allá: ¿Cual es el fin cuando no hay política -entendida como la acción para el bienestar, la convivencia y el cumplimiento de la Ley (cumplir y hacer cumplir la Ley)-, cuando no hay propósito político, cuando no hay medio, cuando no hay nada? La respuesta está a la vista: rendición, entrega sin condiciones a cualquier enemigo que presione. Y ahora el enemigo presiona.
Aunque hay grandes políticos, trabajadores honestos, minimizados por sus propios partidos que no les permiten destacar por su espíritu crítico, cuando no hay Gran política, sino interés partidista no hay nada. Sin propósito, llega el despropósito.
En nuestro caso la unidad de España, su integridad territorial, el ordenamiento constitucional parecen meras palabras cuando la acción de la política, toda su obra, debería estar dirigida al objetivo fundamental que hay que repetir: la unidad de España, su integridad territorial, el ordenamiento constitucional. Esa es la razón por la que la Constitución acoge el artículo 8 y deja en manos de los poderes del Estado como ultima ratio a las Fuerzas Armadas. Porque la unidad de España, su integridad territorial, el ordenamiento constitucional lo es todo: Nación y Estado.
Mantener a cualquier coste ese objetivo significa progreso, bienestar y convivencia. Lo otro, lo de ahora, es desasosiego permanente y ruina; a la que vamos de cabeza. Hemos perdido cobardemente. Nos han entregado sin luchar.
Ahora se ve a los militares retirados dar el paso al otro lado: la política. ¿Les extraña? Intentan remediar el desaguisado en lo poco que pueden hacer; antes del desastre total; por su conciencia y honor. Lo extraño sería que ese paso les llevase a lugares donde ni se ama a España ni se defiende lo que durante años han servido y juraron en su juventud. También ha ocurrido.
Si un militar da el paso al otro lado, es porque: ama la paz y sabe hacer la guerra. Nunca para destruir su Nación ni saltarse la Ley a capricho. Lo suyo, como debería ser lo de los políticos, es defender la unidad de la Patria, la integridad territorial, el orden constitucional.
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