Xabier R. Blanco
CLAVE GALICIA
Sexo sentido
Una de las reflexiones que ayudan a cimentar mi fe es leer la historia de la Iglesia desde sus comienzos. Vemos las distintas etapas con tiempos de bonanza, momentos de crecimiento pero también horas de sufrimiento, angustia e incluso pensando que esa vela encendida estaba a punto de apagarse. Hoy en día, si somos realistas, el momento dista de ser el mejor, sobre todo en Europa, aun cuando en otros continentes el cristianismo crece y hace así que los creyentes en Cristo seamos la religión más numerosa: católicos, ortodoxos, protestantes, evangélicos…
Ya lo decía Chesterton en “El hombre eterno”: “El cristianismo ha muerto muchas veces y otras tantas se ha alzado de nuevo, pues contaba con un Dios que sabía cómo salir del sepulcro. Debemos confiar en que la Iglesia Católica, como su fundador, Jesucristo, por difíciles que sean los tiempos, y estos lo son, aunque sea crucificada, siempre resucita”. La reflexión del escritor converso tiene gran actualidad a la vez que estimula a cuantos lo ven todo negro. Sigue siendo cierto que si el grano de trigo muere dará mucho fruto.
Tengo una reciente experiencia que me impresionó. A la entrada de mi casa tengo varias plantas. Una de ellas tenía ya mal color y un buen día la corté dejando solo las raíces, a la espera de poner allí otra nueva. Pero para mi sorpresa, un buen día veo que empiezan a salir de aquellas raíces dos brotes totalmente verdes y hermosos. Esperé y hoy adorna totalmente el lugar porque salió con una impresionante fuerza y cada día crece más. Posiblemente, tengo la certeza de que esta etapa de la Iglesia tendrá un final feliz y renacerá gozosa, sobre todo en esta Europa que parece agostada a nivel de fe en los últimos tiempos, pese a que sus orígenes son evidentemente cristianos y en ello ha tenido el Camino de Santiago gran influencia.
Porque, además, es imposible un cristianismo sin cruz, sin sacrificio y entrega total. El ejemplo del Fundador es contundente y esas cruces que llevamos muchos colgadas en el pecho deben ser un constante recuerdo. El cristianismo que rehúya la cruz nunca será auténtico. Y los fallos, los delitos y las cosas malas que a veces ocurren en la comunidad eclesial son esa sabia para renacer más tarde de otra manera más hermosa.
En definitiva, el centro de la fe cristiana es la Resurrección de Cristo el día de Pascua que es el día más alegre y gozoso para los creyentes. Un día en que la vida venció a la muerte para dar al mundo la vida nueva. Sigue siendo cierto lo que recitamos en el prefacio de la misa de difuntos: “La vida de los que en ti creemos, Señor, no termina, se transforma, y al deshacerse esta morada terrenal, adquirimos mansión eterna en el Cielo”.
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