Francisco Lorenzo Amil
TRIBUNA
El nuevo Herodes… y los inocentes
COSAS QUE NO CONVIENEN
1 La zona de bajas emisiones. Las ciudades tienen que ser para los peatones y los verdaderos vehículos verdes, las bicicletas. Todo lo demás es cosmética frivolona para renovar el parque automovilístico y perpetuar vivideros diseñados para moverse en cápsulas autónomas. Fuera autopistas y tráfico a motor. Que vuelvan los árboles y la escala humana para repensar cómo queremos vivir.
2 El envase reciclado. La farsa del reciclaje es un cuento muy bien orquestado para seguir produciendo sin cuestionar el modelo de acaparación y abuso que lleva al ecocidio planetario. La Tierra no es infinita, la insaciabilidad sí. Menos reciclaje y más contención.
3 La empresa que “secuestra carbono”. Ya no cuela esa gran mentira de plantar árboles para compensar los pecados productivos. Cualquier corporación-catástrofe se apunta el tanto y rebaja su culpa ambiental con monocultivos de árboles esclavos que ahondan el problema civilizatorio.
4 La monedilla en el domund. Insistir en la fórmula de la sopa boba y la caridad cristiana que confía en oenegés y libera a estados y corporaciones de su responsabilidad es otra trola de esta humanidad en colapso. No se trata de altruismo. Se trata de justicia.
5 Los eólicos. Que profanan las cumbres, destruyen el silencio, industrializan la montaña y perjudican a la vida silvestre. Se sacrifican territorios sagrados a cambio de nada: haría falta plantar uno de estos monstruos cada kilómetro y medio para abastecerse de su energía.
6 Los viajes “conscientes”. Ir al encuentro de lo significante, alojarse en hoteles eco o brindar por la experiencia local es más de lo mismo: turismo encarnado en formas más bondadosas. Digámoslo claro: Viajar es apropiarse. Y la apropiación es una forma de abuso.
7 La mentira del bienestar animal. Todo animal esclavo de los hombres está condenado al sufrimiento. Podemos exigir jaulas más grandes, menos antibióticos o una muerte menos cruel, pero, mientras no se cuestione la dominación, todo seguirá igual. Eso del “bienestar animal” solo blanquea el relato de la explotación.
8 Comprar ropa “sostenible”. Nos hablan de fibras amables para que la ética perpetúe la fiebre de producir, vender y renovar el deseo. Vestirse es un acto político. Lo sostenible es saber qué necesitas y aplacar el ansia de tener.
9 Separar la basura. En un país que confía sus residuos a ese oscuro lobby de las multinacionales que los producen, hay que recordar que uno de cada tres envases acabará en el mar. Lo correcto no sería “separar”, sino “parar” la basura.
10 Manifestarse por Instagram. Hay demasiado activismo cosmético y disidencia de chufla que no sale a la calle a enfrentarse a los que destruyen el mundo. La indignación digital se diluye rápido. Que las redes sirvan para llenar las plazas y recordarle a los de siempre que tenemos la fuerza para destruirlos.
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