Los olivos

MUJERES

Publicado: 19 oct 2025 - 01:40

Opinión en La Región
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El día en que esto escribo hace un calor tórrido que no se alivia con nada. El agua del grifo sale tibia, el abanico mueve el ardor, y a los aparatos ad-hoc, les cuesta cambiar la temperatura. Y no se puede vivir bajo la ducha (además, el recibo no perdona). Pero el calor pasará, como pasa todo. Me recuerda otros tiempos, para los cuales, como para todos los críos, el calor no era un obstáculo para moverse, correr, buscar los regatos que corrían al borde de las aceras después de que los hombres de las mangueras regasen las calles. Recuerdo los lugares en los que la calzada tenía una capa de alquitrán, y esta hervía como una sopa densa y negra salida de un misterioso volcán urbano. En tiempos así, hay que tener cuidado. Algunos golpes de calor suelen ser nefastos, y digo bien.

Los olivos son naturaleza icónica, y por sus edades, testigos mudos pero vivos del pasado, el presente, y ojalá del futuro.

Hubo años, y ahí están las hemerotecas, en que las temperaturas eran aun bastantes más altas. En estos casos se agradece la sombra fresca y clemente de los árboles. Adoro los árboles. Nunca piden nada y sus ramas se prolongan como brazos en ofrecimiento de sus frutos para calmar la necesidad humana y animal, y también para el placer del paladar. Y hasta los hay que con muy poquita tierra crecen, se desarrollan y lo dan todo, sin cansarse de vivir cuatro mil años, y agotar su savia, su sangre, para el aceite de la vida común, y también como ungüento sagrado para el viaje final. Cuatro mil años en amor con la tierra que los acoge. El sol, la lluvia, el viento y el frío de las épocas los besa y hace fuertes, imbatibles, porque ellos son un poco la vida, el símbolo de la permanencia, el espíritu que no envejece aunque las arrugas de sus troncos dibujen el mapa de sus avatares pasados.

Los olivos son naturaleza icónica, y por sus edades, testigos mudos pero vivos del pasado, el presente, y ojalá del futuro. Son un arcano en cuanto a su longevidad ya que es complejo averiguar el largo de su vida. Son milenarios y se resisten a morir porque adoran la vida, el suelo que los nutre, el amanecer y el ocaso que contemplan en el silencio solitario. Si la sabiduría está en la vejez, ellos lo son. Y ahora lloran por un mundo que intenta arrancarlos de donde nacieron, se criaron y crecieron, como objeto viejo e inservible. Es el progreso. Cantaba Machado: “Sobre el olivar/ se vio a la lechuza/ volar y volar./ Campo, campo, campo…” ¡Qué pena grande!

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