Ourense ante sus invisibles

Publicado: 09 dic 2025 - 02:40

Opinión en La Región
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La reciente aparición del cadáver de un hombre en un edificio en ruinas, cerca de la estación de tren de Ourense, debería sacudirnos la conciencia. No se trata de un hecho aislado, sino del síntoma más doloroso de una realidad que preferimos ignorar: existe en nuestra ciudad un número creciente de personas sin techo, con necesidades múltiples, al margen de cualquier protección social y sometidas a la indiferencia generalizada.

Dormir entre escombros, comer de lo que se encuentra, recoger comillas del suelo, vivir sin apoyo médico ni psicológico, sin expectativas, sin un mínimo de dignidad. Esa es hoy la realidad de demasiados ciudadanos de Ourense que solo vemos cuando las noticias hablan de la muerte de alguno. Un cuerpo hallado entre ruinas pone ante nuestros ojos una verdad incómoda: hemos normalizado lo intolerable.

Mirar para otro lado se ha convertido en parte de nuestra rutina, como si el sufrimiento ajeno no nos comprometiera.

Los servicios sociales del Concello, cuya responsabilidad es velar por la atención de estas personas, llevan años sin dotar a la ciudad de un albergue de baja exigencia. Un recurso así no es una concesión; es una obligación ética y pública. Cuando alguien no puede ducharse, dormir bajo techo o comer caliente, no hablamos de caridad, sino de derechos humanos básicos.

Pero la indiferencia no es solo institucional. Es también social. Caminamos por la calle, vemos a alguien tirado en un portal y bajamos la mirada. Nos decimos que “algo habrá hecho”, “no es mi problema”, o “será pasajero”. Mirar para otro lado se ha convertido en parte de nuestra rutina, como si el sufrimiento ajeno no nos comprometiera. Sin embargo, nuestra dignidad colectiva está en juego cada vez que ignoramos a quien no tiene nada.

Desde hace tiempo, el SUP viene alertando de la necesidad de una respuesta sociosanitaria real, especialmente en situaciones complejas de personas sin hogar con trastornos psiquiátricos. Reclaman coordinación efectiva entre emergencias, un órgano social que atienda urgencias y recursos especializados capaces de ofrecer asistencia real y no simples parches.

Si una muerte anónima en unas ruinas no nos obliga a reaccionar, ¿qué lo hará? Ourense no puede seguir dando la espalda a quienes malviven entre cartones, frío y silencio. No podemos aceptar que existan vidas descartadas. No es solo una cuestión de política social, sino de sensibilidad colectiva.

La mirada hacia otro lado nos hace cómplices de esta marginación. Y la indiferencia, cuando mata, deja de ser indiferencia: se convierte en abandono.

Es hora de exigir soluciones, pero también de recuperar algo esencial: humanidad. Porque una ciudad no se define por sus edificios ni por sus fiestas, sino por cómo trata a quienes no tienen nada. Y hoy, Ourense, como sociedad, está obligada a mirar de frente, actuar y no olvidar.

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