Pequeña colección de rocas

Publicado: 26 may 2024 - 03:45 Actualizado: 16 jun 2024 - 10:25

Las montañas caminan. Ahora mismo, están yendo hacia alguna parte sin que siquiera podamos apreciarlo. Van articulando el paso siguiente sobre la piel primera del planeta, como un tremor brutal y silencioso. A veces, las montañas muestran sus entrañas de un modo tan descarado sobre el paisaje que los hombres se preguntan qué es todo aquello. Algún pueblo sagaz como los japoneses ha conseguido detectarlo desde antiguo. Ellos saben que allí está la materia sagrada del mundo, esos espíritus y fuerzas a los que han puesto un nombre maravilloso, kami, cuya morada mejor es el monte Fuji.

Es importante intentar escuchar a las montañas en este país nuestro de piedras viejas, por cuyos huecos, dicen, se filtra el gas que llena de tristeza el corazón de los hombres. Estas deformaciones tectónicas que han arrugado el paisaje geológico primero y después el espiritual son nuestras verdaderas madres. Uno procura visitar las pocas piedras antiguas que conoce, esas que el humano anterior adoraba con rituales olvidados. A algunas les han puesto después una cruz cristiana encima. El mismo kami, distintos códigos.

Tengo sobre la mesa de la entrada estas rocas regaladas y encontradas. La serpentina que antes de mármol verde fue agua termal en el lecho de Pangea, la obsidiana que era el calor de este planeta vivo y después usaron como espejo y remedio; la pizarra que vivió como arcilla, el ámbar que antes de fósil fue resina, el cristal de cuarzo que un día rompió el suelo para recordar su poder... Cada roca ha llegado en un bolsillo y se ha ofrecido con sonrisa y mano abiertas. Son importantísimas. Estos pedacitos de tierra compactada, calor viejo de la panza del mundo, nos recuerdan que este planeta es un ser vivo y caliente, con océanos interiores de fuego líquido y mineral, que gira en lo incomprensible del cosmos como las sinapsis de nuestros cerebros eléctricos. En cada roca, el universo entero. Saludarlas al entrar es recordar todo lo vivo en nosotros y los movimientos decisivos (pero imperceptibles) de esta cosa de estar vivos.

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