Carlos Risco
COSAS QUE CONVIENEN
Ahora que vamos a entrar en el invierno astronómico
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En mi vida había escuchado pronunciar tantas veces el acrónimo UCO (Unidad Central Operativa) como en estos meses, sobre todo, la última semana. Todo el mundo habla de este cuerpo especializado de la Guardia Civil porque tiene sospechas fundadas del origen de la pestilencia que procede de las letrinas socialistas. Como mucho, lo que más sonaba era la UDEF, Unidad de Delincuencia Especializada y Fiscal de la Policía Nacional, que también perseguía a trincadores públicos de guante blanco. Uno de ellos, el exhonorable Jordi Pujol, fue investigado por supuestos delitos de corrupción. “¿Y quién coño es la UDEF?”, se lamentó Don Jordi ante Susanna Griso en Antena 3 en octubre del 2013 cuando se supo que le tenían rodeado.
¿Y quién coño es la UCO?, se preguntarán los Koldo, Ábalos y Cerdán, incluso Sánchez, que siente el aliento en la nuca. Pues son quienes ponen en un brete al partido de los “cien años de honradez”, lema con el que se presentó el PSOE en la transición. “Sí, pero ni uno más”, se le recordó. Sobre la UCO descansa por lo que parece el peso de la recarga moral de unos gañanes, ávidos de dinero ajeno. Mala cosa que la sociedad haya delegado así su responsabilidad, como pésima noticia es que las trincheras del poder se cierren de tal forma para no perderlo, pese a la putrefacción que les rodea. Reconforta que los cuerpos de seguridad hagan su trabajo, pero no sería tan relevante su actuación si la propia Administración y los partidos que la gobiernan tuviesen controles suficientes para no dejar la regeneración en manos de la Guardia Civil. Lo mejor para todos sería preguntarnos entonces, ¿quién coño es la UCO?
Aún hay quien confía ver por Ourense a los funcionarios de este departamento ataviados con sus vaqueros, zapatillas deportivas y chalecos con el logo, incluso pasamontañas, metiendo en coches ordenadores y comprometedores enseres tras el registro en casas particulares y despachos públicos. Razones hay para mirar por la ventana a ver si llegan, sobre todo para recalar en algún edificio de la Praza Maior. Pero a la UCO no se la pide como el camión de bomberos a los Reyes Magos. Sospechas hay de sobra, como pudimos escuchar en los ya famosos audios publicados por La Región. El periódico hizo estos días una comparativa sobre las varas de medir a la hora de calificar comportamientos éticos reprobables en Ourense y Madrid, sin entrar en responsabilidades judiciales, que ya tocarán.
Todos han convenido ya que no tienen nada mejor que ofrecer a la ciudad y que tal vez sea bueno seguir con la nariz tapada al lado de Jácome
Nada que ver tampoco políticamente la reacción provocada en Madrid con la anemia de los partidiños ourensanos cuando el milhomes del alcalde daba una clase magistral sobre cómo la ética puede ser un estorbo. En el Congreso no se puede voltear al Gobierno porque no hay mayoría suficiente, pero en la corporación ourensana sí, como se ha dicho mil veces. En el caso local, todos han convenido ya que no tienen nada mejor que ofrecer a la ciudad y que tal vez sea bueno seguir con la nariz tapada al lado de Jácome. Pero esto también se ha dicho mil veces. Solo falta saber si entre la oposición se ha llegado ya al pacto de Roosvelt. Le atribuyen al expresidente de Estados Unidos que se refiriese de este modo al sanguinario dictador de Nicaragua Anastasio Somoza: “Es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta”. A ver si en Ourense está pasando algo parecido y el cinismo imperante consiente que se cronifique la situación actual. Aunque, bien pensado, sería otorgarle a la oposición municipal ourensana ínfulas de estrategas y eso ya me parece mucho mirando para la mayoría de sus bancadas.
Los casos de corrupción que salpimentan la actualidad están tapando el resto de asuntos mollares, cuyo calado es de órdago. Es como un rebozado que tapa la materia prima. Es el maquillaje que, como el de Sánchez, quiere disimular un abatimiento inexistente. Los medios están hasta arriba de titulares sobre manejos con dinero público, desahogos carnales con mercancía de neón o turbias maniobras para controlar los resortes del Estado en beneficio propio. Queda en las portadas poco sitio para otros temas de gran intensidad. El conflicto de Irán e Israel, las nuevas andanadas en la guerra de Ucrania, la ceremonia de la confusión que se oficia con las responsabilidades del apagón del 28 de abril y otros muchos temas pierden jerarquía en la apertura periodística, incuestionable hace nada. Algo parecido pasa en Ourense, donde el pasteleo político de Madrid condena a la sombra algunas cosas. Por ejemplo, que la ciudad se eternizará con las obras del AVE en A Ponte o que el plan de urbanismo que quiere aprobar Jácome tampoco convence a la Xunta. Pero ojo con los nubarrones que se ciernen sobre una importante factoría auxiliar del automóvil. Faurecia, ubicada en el polígono de San Cibrao, emplea a casi 300 personas, además del empleo indirecto que genera. A día de hoy no hay carga de trabajo que garantice su actividad más allá del 2027 y ya hay ofertas de bajas a la plantilla. No es una buena noticia para la industria ourensana, que puede sufrir pronto otra navajada. Pero, siempre se puede vivir del termalismo o del AVE, claro, teniendo en cuenta la estrategia finísima que Ourense ha trazado. Pero eso puede esperar, como siempre. Mientras la pregunta sigue siendo: ¿quién coño es la UCO?
Mira tú lo de descubrir el calor en verano, el frío en el invierno y los contrastes en otoño y primavera. Mira tú que se nos ha colado la canícula y ya estamos pidiendo una comisión de investigación. Mira tú como las cámaras de las teles sacan planos de todos los termómetros para dar aún más la sensación de que por Ourense se entra al infierno. Mira tú lo interesante que resulta escuchar y ver en cámara a los vecinos diciendo que hace calor cuando hace calor. Mira tú como ahora el reto es crear refugios climáticos, que suena a sálvese quien pueda. Mira tú que hasta los egipcios aconsejaban humedecer las sábanas para dormir frescos y los árabes construían estancias por las que discurría el agua para dar sensación de alivio térmico. Mira tú como el calor, fuera de los efectos del cambio climático, es el del verano que ahí anda. Mira tú como el mejor refugio climático eran las sopas de burro cansado que tomaba con mi abuelo. Cómo las echo de menos. Mira tú.
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