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No desaparecen los problemas del Gobierno por mucho que deje pasar el tiempo, por mucho que unos hechos o fechorías más escandalosas tapen a otros. Va aguantando porque siguen apoyándole sus socios. Siguen la teoría de Zapatero quien adapta el refrán popular al sanchismo, publicada hace unos días: “nunca llovió que no escampara”. Pero no deja de llover.
Los problemas pueden pasar un día y otro, una semana y otra, y la gente puede olvidarla, los medios de comunicación pueden centrar la atención en otros asuntos, en otras actividades del Gobierno, pero se da la circunstancia de que cada día que pasa se incrementan los escándalos. No es como un suelo que se limpia después de ensuciarse, es como una bola de nieve que se va engordando a medida que rueda cuesta abajo por el mismo terreno, adquiriendo mayor velocidad.
Cada día se conoce una faceta más de los escándalos socialistas que afectan a los secretarios de organización anteriores, los nombrados directamente por Pedro Sánchez. Pero sobre esto se van acumulando los problemas derivados de las acciones machistas de sus dirigentes. Unas actitudes denunciadas por las víctimas y tapadas por la organización, donde se borran las denuncias, donde se protege a los supuestos agresores porque son amigos del presidente. Y todo esto sucedía en las mismísimas dependencias de La Moncloa, donde parece que su inquilino principal no se quería enterar de nada.
Se van quedando al desnudo las hipocresías de la defensa de la mujer en el socialismo. Se van quedando el descubierto las mentiras del “yo si te creo hermana”. Ni las responsables de la igualdad, ni las ministras, ni otras dirigentes se han molestado en investigar las denuncias. Es más, la ministra portavoz acaba siendo descubierta en una amigable comida con el denunciado por agresiones. Una comida personal y de amistad, decía Pilar Alegría, como si eso pudiera disculpar la camaradería con el ya temible Paco Salazar. Pilar Alegría es la ministra que no suele ver ninguna conducta machista de sus compañeros, como se ha demostrado en su ceguera ante las fiestas nocturnas de Ábalos y su equipo en el parador de Teruel. Pilar Alegría, que cuando la prensa publicó las conversaciones de Salazar, dijo que le parecían vomitivas, sin dejar claro si eran vomitivas las actuaciones o las publicaciones, que todo puede ser. Ha tenido el paradójico acierto que hablar de vómitos, después de haber comido muy alegremente con el denunciado.
No hacen nada para solucionar el problema, pero salen todos los ministros en tromba mostrando su confianza en los mecanismos del partido para castigar a los machistas. María Jesús Montero, con su vehemencia habitual confía; Óscar López, con su desparpajo profesional, también confía en los mecanismos del partido para corregir tamañas actitudes. Nadie sabía nada antes, nadie vio ni oyó lo que hacía y decía Salazar, ese tercer hombre al que Pedro Sánchez quería poner en la secretaría de organización del partido como sucesor de Ábalos y Cerdán. Fue una pena que lo descubriera antes Adriana Lastra, sería todo un espectáculo posterior. Ahora tienen revolucionadas a las federaciones socialistas que se ven hundidas con semejante misil en la línea de flotación. Que no cambien.
Como viene siendo habitual, Pedro Sánchez ha actuado como el amo de la finca, o del cortijo, en sus relaciones con Marruecos. Negocia, toma decisiones importantes en cuestiones de gran trascendencia para España sólo contando consigo mismo. Decidió por su cuenta entregar al rey alauita, o alauí, territorios y ciudadanos saharauis antes españoles, con el clamoroso silencio de la extrema izquierda.
Ahora Sánchez acaba de culminar otro acto de propietario de finca. Se reúne con altas autoridades de Marruecos, no da cuenta a nadie, no informa al Parlamento, al que cada día odia más, y no dice nada a la prensa. No se debe saber nada. Todo debe ser muy secreto. No son actos y decisiones del Reino de España, son transacciones del Pedro Sánchez con la monarquía marroquí. No hay respaldo de las Cortes españolas ni del Consejo de Ministros, donde una parte de los miembros del Gabinete, representados por Yolanda Díaz, que aseguran su absoluto desacuerdo con esta reunión. Incluso el Gobierno autonómico canario se siente vendido por Sánchez en una materia territorial que puede afectar muy directamente a las islas, tan próximas a Marruecos.
Y el PSOE decía antes de llegar al poder que el Parlamento iba a ser el centro de las decisiones políticas de España. El principio no falla, siempre es lo contrario de lo que dicen.
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