Francisco Franco, enterrado en la catedral de Santiago

Publicado: 26 jul 2024 - 07:00

No se asusten. Pudo ser, pero no fue.

En junio de 1923, al frente de sus legionarios, moría en combate el jefe de la Legión española, el teniente coronel Valenzuela, y ocupaba su puesto, con ascenso previo por méritos de guerra, el teniente coronel Francisco Franco. Valenzuela fue enterrado en la basílica del Pilar de Zaragoza, al amparo de la Virgen, y allí actualmente siguen sus restos.

Antes de que Franco se incorporarse a su nuevo destino, se celebró en su honor un banquete en el Palace Hotel de Madrid acudiendo lo más selecto de la sociedad de la época

El nombramiento de Franco como jefe de la Legión fue sonoro y muy comentado en los ambientes sociales de todas las provincias. ¡Cómo no en Orense! Donde había nacido el cura de Beiro que iba a protagonizar la historia que les narro dada la cercanía de la fiesta del Apóstol.

El orensano Basilio Álvarez Rodríguez fue un sacerdote, político y periodista, al que todos ustedes conocen, cuya fama de intelectual indómito se la ganó por su constante lucha en favor de la sociedad más necesitada desde foros como el movimiento agrario Acción Gallega o la dirección del periódico El Debate, resurgido ahora con fuerza y curiosamente presentado hace pocos meses en Galicia, no sabemos si con recuerdo o no a aquel valiente luchador orensano.

Antes de que Franco se incorporarse a su nuevo destino, se celebró en su honor un banquete en el Palace Hotel de Madrid acudiendo lo más selecto de la sociedad de la época. Allí estaba D. Basilio, muy reclamado en los ambientes políticos y periodísticos de Madrid y debió ser amigo de Franco ya que además de asistir al homenaje se permitió una sobresaliente intervención. Sus palabras no pasaron desapercibidas y dieron mucho que hablar: “Pido al Gobierno como gallego que si Franco encuentra en África una muerte gloriosa, como su antecesor, su cadáver sea enterrado en Compostela al lado del sepulcro del apóstol Santiago, lo mismo que Valenzuela lo ha sido en el templo del Pilar de Zaragoza, cerca de la capilla de la Virgen”.

Basilio quería para su paisano lo mismo que los maños para el suyo.

D. Basilio, que pasó por la vida haciendo siempre el bien a costa de sacrificios y sobreponiéndose a los muchos sinsabores que su carácter fogoso le ocasionaba.

Como es lógico la reacción no se hizo esperar y don Basilio fue abucheado a la vez que se le gritaba: ¡gafe!, ¡pesimista! No se amilanó el cura que enfrentándose a los abucheos contestó: “Yo tenía entendido que el hablar de la muerte en presencia de militares legionarios era una cosa natural y sin importancia; ahora me está pareciendo que estaba equivocado”.

No fue el tema a mayores por ser conocida la fogosidad y carácter de don Basilio, a lo que se unió la complacencia y sentido del humor con el que Franco oyó su discurso.

Tenían gran profundidad y estilo legionario las palabras del buen cura de Beiro que además, por su espíritu combativo, parecen extraídas del Credo de la Legión, de un buen caballero legionario como seguramente lo hubiese sido D. Basilio, que pasó por la vida haciendo siempre el bien a costa de sacrificios y sobreponiéndose a los muchos sinsabores que su carácter fogoso le ocasionaba.

¿Cuál hubiese sido la historia de España si Franco estuviese enterrado a los pies del Apóstol después de haber muerto por ejemplo en el desembarco de Alhucemas?

¿Se atreven con la ucronía?

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